Miércoles 29/4/2015. Dormí
nueve horas!! Y me levanté ya sin dolor de cabeza. Me duché, desayuné (otra vez
con papaya, y hoy el café era mejor) y pregunté cómo tomar el teleférico. Hay
tres líneas, roja, amarilla y verde, y me dijeron en el hotel que me convenía
tomar la amarilla, que tiene recorrido más largo. Tenía que tomar un minibús
que nunca pasó, así que tomé un taxi que me dejó en la Terminal amarilla.
Es espectacular la vista de
la ciudad desde el Teleférico, el boleto vale menos de medio dólar y la gente
lo usa como colectivo. Una idea muy buena en una ciudad con tantos desniveles.
Hace sólo un año que está en funcionamiento.
En un momento llegué a una
parada donde terminaba el amarillo y salía el verde, así que compré otro ticket
y me subí.
Cuando terminó el verde
pregunté donde estaba porque no tenía la menor idea. Había un puesto de donuts
en la salida, compré una de coco y el chico me dijo que era el sur de la
ciudad, y me mostró abajo en la avenida un colectivo amarillo que tenía que
tomar para volver al centro.
El barrio sur es menos
caótico y más prolijo, hay cestos para la basura y casi ningún vendedor
ambulante.
Esperé el colectivo
amarillo y volví por tierra. Pasé por el Puente de las Américas, y vi un edificio muy extraño más grande arriba que en la base.
También vi una plaza hundida con totems.
Me bajé en el Centro Comercial Camacho, encontré
un patio de comidas y me compré un brownie tibio con helado, espectacular.
Preguntando descubrí que
estaba cerca de mi hotel, y volví caminando. Pasé por la Iglesia de San Francisco.
Después me fui al Mercado
de las Brujas, que está en esta misma calle Linares, son puestos en la calle
que venden yuyos y otros ingredientes mágicos.
Hace calor, seguro más de
veinte grados, pero acá la gente se queda abrigada, con camperas y gorros como
si hiciera frío. Y por todos lados venden tejidos abrigadísimos.
Descansé un rato y tomé un
taxi para ir a la calle Jaén, donde hay cuatro museos uno al lado del otro: el
costumbrista Juan de Vargas, el del Litoral Boliviano, la Casa de Murillo y el de
Metales Preciosos Precolombinos. Venden un único ticket para los cuatro.
En el Museo Costumbrista muestran
miniaturas de ekekos, la historia del Carnaval y escenas con muñecos de la
historia de la ciudad, que fue fundada en 1548.
En el Museo del Litoral
Boliviano aprendí que Bolivia tenía salida al Pacífico y la perdió en la guerra
del Pacífico en 1879.
Murillo, un héroe de la Independencia que
murió ahorcado en 1810, vivió en esta casa colonial que hoy es Museo entre 1803
y 1809. Dicen que sus últimas palabras fueron: "Compatriotas,
yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar, ¡viva la
libertad!"
En el
Museo de los Metales Preciosos está el Tesoro de San Sebastián, un ajuar
funerario todo hecho en oro. Para entrar hay que pasar una puerta de metal
blindada como las de los tesoros de los bancos.
Volví caminando despacito. Frente a la Iglesia de San Francisco está este edificio que me recordó el estilo Liberty italiano.
Y me crucé con el auto del Google Street View:
Pagué la cuenta del hotel y contraté la excursión para ir al Lago Titicaca y a la Isla del Sol el próximo
lunes.
Ya no me duele la cabeza,
pero sí las piernas, caminé demasiado. A la noche comí en el restaurante del
hotel, a cuatro metros de mi cuarto y me fui a dormir temprano. Mañana a las
4,30 me vienen a buscar para ir al Salar de Uyuni.