Sábado 1/2/2020. No sé cuál era el problema en el restaurante que está justo en la entrada del hotel donde sirven el desayuno, estaban limpiando y me dijeron que me lo traían a mi habitación. Repetí los panqueques con fruta. Así se ve mi terraza y el jardín desde mi cuarto.
Leyendo opciones para hacer hoy, y descartando playas, templos y cascadas (vengo del país del Iguazú y no me impresionan), decidí ir a ver un pueblo que se llama Penglipuran y el bosque de bambúes.
Como ya estoy prevenida de que acá en Bali ningún precio es definitivo, puse mala cara cuando me dijeron 500.000 rupias y me lo bajaron a 400.000 (son unos 30 dolares).
Yo ya sabia que Penglipuran está a una hora de Ubud y que el bosque está justo al lado.
A las 10,20 llegó Dewa a buscarme (el hombre extraño de ayer se llamaba igual, pero éste era una persona normal). Tardamos más de una hora en llegar.
Estas esculturas son comunes en las calles de Bali.
Estos son elementos para las ceremonias religiosas.
Con Dewa pude conversar, me contó que tenía 30 años, que tenía un hijo chiquito que solían cuidar sus padres porque su esposa trabajaba en un spa, y que en Bali, como en la India, los hijos varones se quedan a vivir con sus padres. Tiene una hermana que vive con los padres de su marido. En Indonesia la gente elige con quien casarse, no se ocupan los padres como en la India.
En Penglipuran me cobraron entrada al pueblo, un poco más de dos dólares.
Eso lo pueden hacer porque es imposible confundir a un extranjero con un local.
En el camino pasamos por más de una escuela de donde salían los alumnos. Hoy es sábado y tienen medio día de clase. En el año, sólo un mes y medio de vacaciones. Países que se toman en serio la educación.
El pueblo es chiquito y muy bonito. Está muy cuidado y limpio y todos los frentes de las casas son iguales. Casi todas tienen tiendas.
Dewa caminó conmigo por el pueblo y después fuimos hacia el bosque de bambúes, que está al lado. Hacia mucho calor al sol, pero en el bosque estaba muy agradable.
En Bali el idioma oficial es el indonesio pero tienen un dialecto local que es el balinés, que parece que es muy diferente. En balinés "panaskali" significa "Qué calor hace". Todos tienen que aprender inglés porque en Bali todos viven directa o indirectamente del turismo.
El bosque de bambúes es alucinante.
En esta foto se ven bien las hojas:
Estas imágenes están vestidas con una tela blanca y negra que he visto mucho acá, incluso en las imágenes aquí en el hotel. Dewa me dijo que representa la dualidad de todas las cosas, el bien y el mal, el yin y el yang.
Así son las entradas de las casitas:
Según Dewa estos adornos amarillos significan que en esa casa hubo o habrá pronto un casamiento.
Volvimos a Ubud cerca de las dos de la tarde. Dewa me confirmó lo que yo sospechaba, en Ubud no hay transporte público, por eso tanta gente anda en moto.
Me dejó en mi hotel y me encerré una hora en mi cuarto con aire acondicionado. Este clima limita mucho. En el lobby, todos los días adornan con calendulas.
Esta mañana, cuando me trajeron los panqueques a mi terraza, el plato venía cubierto con una tapa amarilla de un material como madera liviana. Fui al mercado porque quería comprarme una, pero no la pude encontrar.
Empezó a lloviznar y emprendí la vuelta al hotel.
Pero empezó a llover muy fuerte cuando estaba a unos 200 metros, así que entré en este fast food local y pedí un sándwich de pollo con parmesano.
Tomé ginger ale bien helado. Cuando paró un poco la lluvia caminé hasta el hotel, pero llegué bastante mojada.
Leyendo opciones para hacer hoy, y descartando playas, templos y cascadas (vengo del país del Iguazú y no me impresionan), decidí ir a ver un pueblo que se llama Penglipuran y el bosque de bambúes.
Como ya estoy prevenida de que acá en Bali ningún precio es definitivo, puse mala cara cuando me dijeron 500.000 rupias y me lo bajaron a 400.000 (son unos 30 dolares).
Yo ya sabia que Penglipuran está a una hora de Ubud y que el bosque está justo al lado.
A las 10,20 llegó Dewa a buscarme (el hombre extraño de ayer se llamaba igual, pero éste era una persona normal). Tardamos más de una hora en llegar.
Estas esculturas son comunes en las calles de Bali.
Estos son elementos para las ceremonias religiosas.
Con Dewa pude conversar, me contó que tenía 30 años, que tenía un hijo chiquito que solían cuidar sus padres porque su esposa trabajaba en un spa, y que en Bali, como en la India, los hijos varones se quedan a vivir con sus padres. Tiene una hermana que vive con los padres de su marido. En Indonesia la gente elige con quien casarse, no se ocupan los padres como en la India.
En Penglipuran me cobraron entrada al pueblo, un poco más de dos dólares.
Eso lo pueden hacer porque es imposible confundir a un extranjero con un local.
En el camino pasamos por más de una escuela de donde salían los alumnos. Hoy es sábado y tienen medio día de clase. En el año, sólo un mes y medio de vacaciones. Países que se toman en serio la educación.
El pueblo es chiquito y muy bonito. Está muy cuidado y limpio y todos los frentes de las casas son iguales. Casi todas tienen tiendas.
Dewa caminó conmigo por el pueblo y después fuimos hacia el bosque de bambúes, que está al lado. Hacia mucho calor al sol, pero en el bosque estaba muy agradable.
En Bali el idioma oficial es el indonesio pero tienen un dialecto local que es el balinés, que parece que es muy diferente. En balinés "panaskali" significa "Qué calor hace". Todos tienen que aprender inglés porque en Bali todos viven directa o indirectamente del turismo.
En esta foto se ven bien las hojas:
Estas imágenes están vestidas con una tela blanca y negra que he visto mucho acá, incluso en las imágenes aquí en el hotel. Dewa me dijo que representa la dualidad de todas las cosas, el bien y el mal, el yin y el yang.
Así son las entradas de las casitas:
Según Dewa estos adornos amarillos significan que en esa casa hubo o habrá pronto un casamiento.
Volvimos a Ubud cerca de las dos de la tarde. Dewa me confirmó lo que yo sospechaba, en Ubud no hay transporte público, por eso tanta gente anda en moto.
Me dejó en mi hotel y me encerré una hora en mi cuarto con aire acondicionado. Este clima limita mucho. En el lobby, todos los días adornan con calendulas.
Esta mañana, cuando me trajeron los panqueques a mi terraza, el plato venía cubierto con una tapa amarilla de un material como madera liviana. Fui al mercado porque quería comprarme una, pero no la pude encontrar.
Empezó a lloviznar y emprendí la vuelta al hotel.
Pero empezó a llover muy fuerte cuando estaba a unos 200 metros, así que entré en este fast food local y pedí un sándwich de pollo con parmesano.
Tomé ginger ale bien helado. Cuando paró un poco la lluvia caminé hasta el hotel, pero llegué bastante mojada.
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