Miércoles 1/2/2017. Bajé a desayunar 8,30 y en el lobby ya había comida preparada, tomé café y comi tostadas frías, horrible.
Como Sanjay venia a buscarme a las 10 me fui a caminar por los ghats, que se comunican entre sí, y llegué hasta Rana Mahal Ghat. Después volví.
Muchísima gente bañándose en el Ganges, el agua está supercontaminada, pero no importa, porque para los hindúes morir en Varanasi garantiza la salvación eterna. No se bañaban como se puede bañar un occidental en el mar, sino con jabón y refregándose la piel. Y hacía frío!
Dashashwamedh Ghat estaba igual de concurrido que ayer a la noche. Entre los que se bañaban, los que desayunaban, los vendedores y los pedigueños era difícil abrirse paso.
A las 10 volví al hotel y vino Sanjay. Caminamos durante dos horas por los callejones de la ciudad antigua. Fue una experiencia intensa y difícil de describir.
Callejones angostos por donde circulan peatones, bicicletas, motos y vacas, y donde hay pequeños negocios que venden desde saris hasta flores para ofrendar a los dioses, puestos de comida y de bijouterie que las indias adoran. Lo bueno es que mi sentido del olfato es casí inexistente.
En un punto de los callejones Sanjay me explicó que solo me podía mostrar desde afuera parte del Templo Dorado (los extranjeros no pueden entrar) y también la Mezquita Alamgiri. Esta zona está llena de militares con armas largas por seguridad desde el año 2000. Para entrar en ese callejón dejamos todo en un locker de un negocio y solo llevé mi pasaporte. Apenas pude ver la cúpula del Templo, que es de oro, y la entrada, y una parte de la mezquita, blanca y necesitando urgente renovación de la pintura.
Caminando por estos callejones tuve la sensación de que es verdad que Varanasi es la ciudad más antigua del mundo.
Las vacas caminan libremente por la ciudad. Según Sanjay tienen dueño y las dejan salir durante el día a pasear. En un momento cinco o seis vacas empezaron a correr, Sanjay me hizo subir a un umbral hasta que pasaron, por lo general son pacíficas pero enormes y da un poco de temor que varias corran por esos pasillos tan angostos.
En estas dos horas de caminata no vi un solo occidental, yo era la única.
En uno de los puestos de comida estaban friendo unas galletas que se inflamaban inmediatamente al contacto con el aceite. Sanjay me dijo que quería desayunar y yo me quedé fascinada mirando el proceso. Un hombre tomaba porciones de masa y las estiraba con un palote sobre el mismo banco en el cual estaba sentado. Una vez estiradas, las ponía en una enorme sartén donde había ghee hirviendo, que es manteca clarificada. Otro con una espumadera las daba vuelta y ya parecían globos. Una vez doradas, las ponía en un recipiente para escurrir el aceite. El tercero agarraba con la mano dos de estas galletas, las ponía una sobre otra y las aplastaba con una especie de recipiente que parecía de papel, donde ponía algo que parecía una sopa de verduras espesa, más otra sopa de lentejas más una mezcla de cebolla y morrón o tomate cortados en juliana. Las dos primeras preparaciones las ponía con cucharón, la tercera con la misma mano que cobraba y daba el vuelto. Como yo miraba con interés todo el proceso, mientras Sanjay comía el mejunje, los hombres deben haber creído que estaba tentada de probarlo, porque me ofrecian el manjar, pero les dije educadamente que ya había desayunado.
A las 12 volvimos al hotel y dió por terminada su tarea conmigo porque me dijo que mañana al mediodía va a venir el conductor a buscarme para llevarme al aeropuerto y que en el camino me va a mostrar alguna otra cosa.
Descansé un rato y decidí ir a pasear por los ghats y subirme a un bote si encontraba alguno aceptable. En la puerta estaba uno de los recepcionistas del hotel, que me preguntó si buscaba un bote y le dijo algo en hindi a otro hombre que estaba cerca, pero éste último dijo que no habia ningún bote navegando hoy porque estaban de huelga (no entendí porqué pero si entendí "strike"). Y era cierto, no había ningún bote navegando en el río.
.
Así que me ahorré la decisión de subir o no subir, y me fui caminando por los ghats para el lado contrario de esta mañana, que creo que es el norte.
A esta hora ya hacía calor y también había gente enjabonándose tranquilamente en el río, y también lavando ropa. Cuando llegué a Kanikarnica Ghat me empezó a hablar un hombre que me dijo que no se podían sacar fotos ahí (mi teléfono estaba adentro de mi cartera) y entonces entendí que había llegado al lugar de las cremaciones. Mucho fuego y mucha gente, el hombre me dijo que había cremaciones las veinticuatro horas, y creo que quería plata, porque terminó preguntándome si quería hacer una donación al hospital, pero le dije que no y me volví. No tengo mucho olfato pero ahí me empezó a arder la nariz. Caminé otra vez hacia el sur, pasé el hotel y el Dashaswemadh Gath, que seguía lleno de gente, y vi carteles que publicitaban el Monalisa Caffe, comida italiana.
Seguí caminando hasta que el cartel indicaba que estaba arriba de una escalera gigante. Era a la altura del Raja Gath. La subí y tuve que preguntar, pero mi esfuerzo fue recompensado y llegué. La zona estaba llena de turistas, comí una pizza de muzzarella y provolone que estaba exquisita.
Justo enfrente habia otro bar y vendian baguettes y tortas. Compré una porción de torta de limón para más tarde.
Para volver, volví a bajar hasta el ghat, supongo que podría haber vuelto por arriba pero no quería perderme.
En esta zona había mucha ropa secándose, seguramente la habían lavado en el río.
Entre la caminata de la mañana, la que hice con Sangay, y la de la tarde, con muchos escalones empinados, quedé agotada y me dolían las piernas. Tomé un café abajo y después me acosté un rato para descansar, y escribí las andanzas del día.
Como Sanjay venia a buscarme a las 10 me fui a caminar por los ghats, que se comunican entre sí, y llegué hasta Rana Mahal Ghat. Después volví.
Muchísima gente bañándose en el Ganges, el agua está supercontaminada, pero no importa, porque para los hindúes morir en Varanasi garantiza la salvación eterna. No se bañaban como se puede bañar un occidental en el mar, sino con jabón y refregándose la piel. Y hacía frío!
Dashashwamedh Ghat estaba igual de concurrido que ayer a la noche. Entre los que se bañaban, los que desayunaban, los vendedores y los pedigueños era difícil abrirse paso.
A las 10 volví al hotel y vino Sanjay. Caminamos durante dos horas por los callejones de la ciudad antigua. Fue una experiencia intensa y difícil de describir.
Callejones angostos por donde circulan peatones, bicicletas, motos y vacas, y donde hay pequeños negocios que venden desde saris hasta flores para ofrendar a los dioses, puestos de comida y de bijouterie que las indias adoran. Lo bueno es que mi sentido del olfato es casí inexistente.
En un punto de los callejones Sanjay me explicó que solo me podía mostrar desde afuera parte del Templo Dorado (los extranjeros no pueden entrar) y también la Mezquita Alamgiri. Esta zona está llena de militares con armas largas por seguridad desde el año 2000. Para entrar en ese callejón dejamos todo en un locker de un negocio y solo llevé mi pasaporte. Apenas pude ver la cúpula del Templo, que es de oro, y la entrada, y una parte de la mezquita, blanca y necesitando urgente renovación de la pintura.
Caminando por estos callejones tuve la sensación de que es verdad que Varanasi es la ciudad más antigua del mundo.
Las vacas caminan libremente por la ciudad. Según Sanjay tienen dueño y las dejan salir durante el día a pasear. En un momento cinco o seis vacas empezaron a correr, Sanjay me hizo subir a un umbral hasta que pasaron, por lo general son pacíficas pero enormes y da un poco de temor que varias corran por esos pasillos tan angostos.
En estas dos horas de caminata no vi un solo occidental, yo era la única.
En uno de los puestos de comida estaban friendo unas galletas que se inflamaban inmediatamente al contacto con el aceite. Sanjay me dijo que quería desayunar y yo me quedé fascinada mirando el proceso. Un hombre tomaba porciones de masa y las estiraba con un palote sobre el mismo banco en el cual estaba sentado. Una vez estiradas, las ponía en una enorme sartén donde había ghee hirviendo, que es manteca clarificada. Otro con una espumadera las daba vuelta y ya parecían globos. Una vez doradas, las ponía en un recipiente para escurrir el aceite. El tercero agarraba con la mano dos de estas galletas, las ponía una sobre otra y las aplastaba con una especie de recipiente que parecía de papel, donde ponía algo que parecía una sopa de verduras espesa, más otra sopa de lentejas más una mezcla de cebolla y morrón o tomate cortados en juliana. Las dos primeras preparaciones las ponía con cucharón, la tercera con la misma mano que cobraba y daba el vuelto. Como yo miraba con interés todo el proceso, mientras Sanjay comía el mejunje, los hombres deben haber creído que estaba tentada de probarlo, porque me ofrecian el manjar, pero les dije educadamente que ya había desayunado.
A las 12 volvimos al hotel y dió por terminada su tarea conmigo porque me dijo que mañana al mediodía va a venir el conductor a buscarme para llevarme al aeropuerto y que en el camino me va a mostrar alguna otra cosa.
Descansé un rato y decidí ir a pasear por los ghats y subirme a un bote si encontraba alguno aceptable. En la puerta estaba uno de los recepcionistas del hotel, que me preguntó si buscaba un bote y le dijo algo en hindi a otro hombre que estaba cerca, pero éste último dijo que no habia ningún bote navegando hoy porque estaban de huelga (no entendí porqué pero si entendí "strike"). Y era cierto, no había ningún bote navegando en el río.
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Así que me ahorré la decisión de subir o no subir, y me fui caminando por los ghats para el lado contrario de esta mañana, que creo que es el norte.
A esta hora ya hacía calor y también había gente enjabonándose tranquilamente en el río, y también lavando ropa. Cuando llegué a Kanikarnica Ghat me empezó a hablar un hombre que me dijo que no se podían sacar fotos ahí (mi teléfono estaba adentro de mi cartera) y entonces entendí que había llegado al lugar de las cremaciones. Mucho fuego y mucha gente, el hombre me dijo que había cremaciones las veinticuatro horas, y creo que quería plata, porque terminó preguntándome si quería hacer una donación al hospital, pero le dije que no y me volví. No tengo mucho olfato pero ahí me empezó a arder la nariz. Caminé otra vez hacia el sur, pasé el hotel y el Dashaswemadh Gath, que seguía lleno de gente, y vi carteles que publicitaban el Monalisa Caffe, comida italiana.
Seguí caminando hasta que el cartel indicaba que estaba arriba de una escalera gigante. Era a la altura del Raja Gath. La subí y tuve que preguntar, pero mi esfuerzo fue recompensado y llegué. La zona estaba llena de turistas, comí una pizza de muzzarella y provolone que estaba exquisita.
Justo enfrente habia otro bar y vendian baguettes y tortas. Compré una porción de torta de limón para más tarde.
Para volver, volví a bajar hasta el ghat, supongo que podría haber vuelto por arriba pero no quería perderme.
En esta zona había mucha ropa secándose, seguramente la habían lavado en el río.
Entre la caminata de la mañana, la que hice con Sangay, y la de la tarde, con muchos escalones empinados, quedé agotada y me dolían las piernas. Tomé un café abajo y después me acosté un rato para descansar, y escribí las andanzas del día.
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