Martes 2/8/2017. Salí a las 9 de la mañana hacía el norte para ir a la Sociedad Histórica de Nueva York, el Museo más antiguo de la ciudad que está frente al Central Park a la altura de la Calle 77 oeste.
Estudié la forma de llegar porque tenía que tomar el subte B que nunca había usado. Fui a la Calle 34 y Séptima Av. y allí hay un nudo donde confluyen muchas líneas, pero después de buscar y leer carteles encontré el de la línea B que iba uptown. Tardó media hora, había algún problema que anunciaban por altavoz pero yo no entendía qué decían. Finalmente llegó y subí, eran seis estaciones hasta la de la calle 81 donde debía bajarme. Me senté y al lado mio se sentó un hombre de unos cuarenta años. Tenia en la mano varios diarios que se puso a leer. En un momento me preguntó si yo había visto la película de Wonder woman, le dije que no, me preguntó de donde era y cuando supo que era argentina empezó a hablarme en español. Era dominicano, hacia veinte años que vivía en Estados Unidos, y creía que era el mejor país del mundo, me dijo que en su país no se podía vivir. Le pregunté de qué trabajaba, me dijo que se dedicaba a robar pintalabios de las tiendas, y acto seguido sacó uno de su bolsillo que pretendía regalarme. Por supuesto no acepté, le agradecí pero le dije que no usaba. Le pregunté si no era más fácil buscar un trabajo y vivir tranquilo, porque la cosa podía terminar mal. Me contestó que tomaba cocaína y necesitaba dinero rápido, y que siempre le pedía a Dios que la Policía no lo agarrara, y mientras decía esto se persignaba!! Lo más sorprendente fue que estas confesiones las hizo en el mismo tono de voz, como si fuera de lo más normal, quizás porque estaba hablando en español y pensaba que los demás no entendían. Me paré porque por suerte el subte llegaba a la estación de la calle 81, y muy contenta de alejarme le deseé suerte.
Caminé hasta el Central Park y entré en el Museo. En la puerta está la estatua de Abraham Lincoln.
También había vajilla de plata de principios del siglo XX.
En otra sala, objetos de uso cotidiano antiguos.
En un pasillo, fotos del presidente Kennedy y su familia, una muy impresionante de su llegada a Dallas el 22 de noviembre de 1963, horas antes de que lo asesinaran. Alli explicaba que le habían aconsejado no hacer ese viaje, pero estaba en campaña para obtener su segundo mandato, y no hizo caso de la recomendación.
Estudié la forma de llegar porque tenía que tomar el subte B que nunca había usado. Fui a la Calle 34 y Séptima Av. y allí hay un nudo donde confluyen muchas líneas, pero después de buscar y leer carteles encontré el de la línea B que iba uptown. Tardó media hora, había algún problema que anunciaban por altavoz pero yo no entendía qué decían. Finalmente llegó y subí, eran seis estaciones hasta la de la calle 81 donde debía bajarme. Me senté y al lado mio se sentó un hombre de unos cuarenta años. Tenia en la mano varios diarios que se puso a leer. En un momento me preguntó si yo había visto la película de Wonder woman, le dije que no, me preguntó de donde era y cuando supo que era argentina empezó a hablarme en español. Era dominicano, hacia veinte años que vivía en Estados Unidos, y creía que era el mejor país del mundo, me dijo que en su país no se podía vivir. Le pregunté de qué trabajaba, me dijo que se dedicaba a robar pintalabios de las tiendas, y acto seguido sacó uno de su bolsillo que pretendía regalarme. Por supuesto no acepté, le agradecí pero le dije que no usaba. Le pregunté si no era más fácil buscar un trabajo y vivir tranquilo, porque la cosa podía terminar mal. Me contestó que tomaba cocaína y necesitaba dinero rápido, y que siempre le pedía a Dios que la Policía no lo agarrara, y mientras decía esto se persignaba!! Lo más sorprendente fue que estas confesiones las hizo en el mismo tono de voz, como si fuera de lo más normal, quizás porque estaba hablando en español y pensaba que los demás no entendían. Me paré porque por suerte el subte llegaba a la estación de la calle 81, y muy contenta de alejarme le deseé suerte.
Caminé hasta el Central Park y entré en el Museo. En la puerta está la estatua de Abraham Lincoln.
Lo primero que vi fue una enorme colección de lámparas Tiffany, una más hermosa que la otra.
También había vajilla de plata de principios del siglo XX.
En otra sala, objetos de uso cotidiano antiguos.
En un pasillo, fotos del presidente Kennedy y su familia, una muy impresionante de su llegada a Dallas el 22 de noviembre de 1963, horas antes de que lo asesinaran. Alli explicaba que le habían aconsejado no hacer ese viaje, pero estaba en campaña para obtener su segundo mandato, y no hizo caso de la recomendación.
También había una sala dedicada a la primera guerra mundial, donde explicaba que el presidente Wilson había ganado su reelección con la promesa de mantener neutral al país. Pero el 7 de mayo de 1915 los alemanes atacaron el barco británico Lusitania frente a la costa de Irlanda, donde murieron más de 100 estadounidenses, y a raíz de ese hecho Estados Unidos declaró la guerra a Alemania.
Después vi una película en el auditorio sobre la historia de la ciudad, desde el momento de su fundación por los holandeses hasta ahora, parecida a la que vi en el Museo de la Ciudad.
Cuando salí del Museo lloviznaba. Tenia dos alternativas: hacer un recorrido por el Upper West Side hasta el río Hudson que tenía en mi guía o cruzar el Central Park e ir a ver The Frick Collection del lado este. Pero empezó a llover fuerte y encontré el subte, así que volví a mi zona. Las dos alternativas requerían caminar bajo la lluvia y no habia llevado paraguas. Cuando salí del subte en la calle 34 decidí entrar en Macy's, que se promociona como la tienda más grande del mundo. Recorrí varios pisos, me compré un par de sandalias y comi pizza en un bar que había allí mismo. No sé si es la más grande del mundo pero me resultó agobiante de tan enorme.
Volví al hotel a descansar. Más tarde salí con la idea de comer pollo en un bar que había visto en esta misma cuadra enfrente, pero cuando entré decía que era pollo coreano -todo es coreano en esta cuadra- y tuve temor de que tuviera condimentos que no me gustaran, así que me compré un sándwich de pollo y bacon, jugo de mandarina y ensalada de frutas en el Pret a Manger de la otra cuadra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario