Martes 12/1/2021. Declaración jurada de Migraciones para salir del país, declaración jurada para entrar a Brasil, test de Covid negativo. Viajar en tiempos de pandemia se ha convertido en un procedimiento muy burocrático.
En Ezeiza hay que hacer fila afuera, y estuve dos horas hasta que conseguí mi tarjeta de embarque. El vuelo salió puntual y en dos horas y media llegó al aeropuerto de Guarulhos, en San Pablo.
Allí debía cambiar de aeropuerto, porque el vuelo a Río salía del otro aeropuerto de la ciudad, Congonhas. En la página de LATAM ofrecía traslados a sus pasajeros de uno a otro aeropuerto, aproximadamente una vez cada hora, y también decía que el traslado de un aeropuerto al otro insumía unas tres horas.
Pero resultó que los horarios no eran los que yo tenía anotados, y el último bus salía a las 0 horas. Tuve que esperar allí unas dos horas. Tampoco era cierto que el traslado insumía tres horas, en una hora escasa llegamos.
Miércoles 13/1/2021. Congonhas es un pequeño aeropuerto, creo que más chico todavía que nuestro Aeroparque. No había negocios abiertos ni vuelos a esa hora, sólo gente dormitando y esperando los suyos. Eso hasta que descubrí que en el primer piso sí había gente y bares abiertos. Allí desayuné y esperé mi vuelo, que salió a las 7.10 y llegó al aeropuerto Santos Dumont de Río de Janeiro en una hora.
Tomé un taxi a mi hotel, dejé mis cosas y salí a caminar. Esta no es la ciudad que yo recordaba: sucia, abandonada, vandalizada, esas hermosas veredas rotas, edificios antiguos sin ningún mantenimiento, mucha gente durmiendo en las calles y multitud de vendedores ambulantes. La cidade maravilhosa ya no lo es.
Así se ve Río de Janeiro desde mi ventana.
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