Sábado
19/10/2013. Los sábados funciona en Notting Hill el mercado callejero de
Portobello. Así que tomé el subte, bajé en Notting Hill Gate y pregunté dónde
quedaba. Eran pocas cuadras, y una cantidad impresionante de gente caminaba
hacia allí.
En
el mercado de Portobello (se llama así porque está en la calle Portobello
(Portobello Road) venden de todo: antigüedades, comida hecha, frutas, verduras,
plantas y flores, ropa, carteras, valijas y bolsos, vajilla. Compré algunos regalos.
También hay músicos callejeros:
Tiene
unas quince cuadras de largo. Caminé por esa calle ida y vuelta, pregunté por
la librería de la pelicula Notting Hill, pero me dieron indicaciones
contradictorias y no la pude encontrar. Parece que estaba en esta calle,
Elgin Crescent, y en la primera cuadra a partir
de Portobello Road.
Se
largó a llover mientras paseaba, y los pocos bares que hay estaban repletos. Había
mucha gente, incluso lloviendo. Cuando Hugh Grant pasaba por el mercado en la
película todo estaba mucho más tranquilo.
Volví
a tomar el subte pero antes me senté en un bar de la cadena “Pret a manger”,
que hay por todo Londres, para descansar las piernas un rato.
Tomé
otra vez el subte hasta la estación Barbican, que está en plena City pero no es
subterránea sino que está al aire libre, para ir al Museo de Londres, que
cuenta la historia de la ciudad desde antes de que los romanos fundaran Londinium
hasta las Olimpíadas de 2012.
Es
un museo moderno, que me recordó al Ecocentro de Puerto Madryn. Hay juegos
interactivos y salitas donde se proyectan videos.
Me
senté en una mesa y había figuras proyectadas que se movían. Tocando alguna de
esas figuras –cada una representaba un tema relacionado con la ciudad- se desplegaban
sobre la mesa opciones en cuanto a ese asunto, e informaba los porcentajes de
opiniones. Con respecto a las drogas ofrecía como opciones legalizarla como Holanda
o implantar la pena de muerte a los consumidores, como en algún país asiático
cuyo nombre no retuve. La mayoría de la gente estaba de acuerdo en legalizarla.
Con respecto a los aeropuertos la mayoría de la gente opinaba que no debían
construirse más, sino más trenes de alta velocidad. Y con respecto a las
casillas de teléfono público rojas tan típicas de Londres, la mayoría estaba de
acuerdo en conservarlas, aún cuando ya tienen muy poco uso, porque todos tienen
celular.
Ví
un video sobre Londres a principios del siglo XX, y otros sobre el famoso
incendio de 1666. En este museo aprendí que el edificio supermoderno con forma
de pepino en la City
se llama “The Gherkin” y la pirámide de vidrio “The Shard”. Allí está la
carroza roja y dorada tirada por seis caballos que usa el alcalde cuando hay fiesta, y
el primer taxi que hubo en la ciudad.
El
edificio es redondo, y se accede por unas escaleras mecánicas que hay enfrente, y por una rampa sobre la calle. Me encantó este museo y
lo recomiendo.
Tomé
otra vez el subte para volver a Victoria. Llegué muerta de cansancio
de tanto caminar. Salí más tarde a comprarme algo para comer porque me dolían tanto las piernas que ni siquiera podía llegar al KFC.
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