Lunes 4/5/2015. Me levanté,
desayuné y a las 7,30 estaba lista porque me venían a buscar para ir a
Copacabana y a la Isla
del Sol en el Lago Titicaca.
El ómnibus estaba
estacionado a media cuadra, en la calle Sagárnaga. Salió a las 8 y pasó por la Terminal de ómnibus a
recoger más gente. Me pareció raro que había varios guías que hablaban con
determinadas personas y no en general. Le pregunté a uno de ellos y me dijo que
los pasajeros iban con su guía, y que si yo no tenía uno, seguramente me estaba
esperando en Copacabana.
Cuando llegamos a San Pedro
de Tiquina hubo que bajarse del ómnibus y cruzar en bote. Los mismos botes
precarios de madera que había hace 35 años cuando estuve aquí. En cinco minutos
cruza a San Pedro de Tiquina. Los autos y ómnibus cruzan en precarios ferries
también de madera donde por lo general caben dos.
El cruce del ómnibus fue
más lento, así que había que esperar en la plaza de San Pedro de Tiquina que
llegara.
El camino de San Pedro de
Tiquina a Copacabana es de cornisa bordeando el lago y duró casi una hora.
Llegamos a Copacabana, que
era un caos de gente.
Allí contacté con un guía que se llamaba Juan que, previo
llamado a la agencia, me dijo que iba a venir conmigo y otros dos pasajeros a la Isla del Sol.
Ya fui a la Isla del Sol en un barquito
precario de madera en 1980 en ese gran mar que es el Lago Titicaca cuando era
joven y alocada, y no estaba dispuesta a repetir la experiencia. Le pregunté a
Juan si el barco era igual al que cruzaba el Estrecho de Tiquina y me dijo que
si, así que decidí no ir y volverme a La Paz.
A las 13,30 salió el mismo ómnibus de vuelta, otra vez crucé
el Estrecho de Tiquina en bote, y llegó a La Paz a las 17,30.
Me fui al bar de la esquina
a tomar un café y volví al hotel y fui a protestar a la agencia, porque si me
hubieran explicado que era así no hubiera comprado la excursión. Finalmente me
devolvieron un poco más de la mitad de lo que había pagado.
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