Sábado 27/9/2014. El avión de LAN salió
puntual a las 20,20 y en dos horas estaba en Santiago. Era de noche y no pude
ver el Aconcagua.
Allí tuve que esperar hasta las 2,35 de la
mañana del domingo. En este aeropuerto también pasé bastante tiempo en mi
anterior viaje a Chile.
Domingo 28/9/2014. A las 2,35 salió también
puntual y tardó tres horas y media en llegar a Punta Arenas. Pensé que éste iba
a ser un vuelo con turbulencia por los vientos de la Patagonia , pero fue muy
sereno. A las 6,15 ya había aterrizado, había recuperado mi valija y me dispuse
a esperar pacientemente hasta las 14 horas en que llegaba el transfer de
Patagonia Camp.
Desayuné café y un queque, que es una tortita
redonda de chocolate. Leí y paseé por el aeropuerto, que es muy chiquito. A las
10 llegó otro avión de LAN desde Santiago.
Estas nubes tan curiosas sólo las vi antes en Calafate.
Una vez que la gente que llegaba se iba yendo, el aeropuerto quedaba vacío.
A las 11 de la mañana llamé a Patagonia Camp para avisar que desde temprano estaba en el aeropuerto y pedir que no me dejaran olvidada.
Comí un sandwich de pollo y queso. A las dos de la tarde, después de que llegó el tercer avión del día desde Santiago, llegaron a buscarme.
Hacía mucho viento y frío. Desde el aeropuerto de Punta Arenas hasta Patagonia Camp son cuatro horas de viaje. Pegado al aeropuerto está el mar y enfrente se ve la isla de Tierra del Fuego.
Hermoso paisaje, se ven los fiordos, lagunas increíblemente azules y pueblitos con casas de colores. En algún momento me dormí, estaba muy cansada.
En tres horas llegamos a Puerto Natales. Tiene un aeródromo y existen planes de agrandarlo, lo cual va a simplificar la llegada al complejo.
Al salir de Puerto Natales, también a orillas
del mar, ya se ven montañas y más vegetación.
Y estas nubes que parecen platos voladores:
Aparecieron las Torres del Paine, deslumbrantes.
Y estas nubes que parecen platos voladores:
Aparecieron las Torres del Paine, deslumbrantes.
A las 18,10 entramos al complejo, que es exactamente como se ve en las fotos,
cabañas cónicas de color blanco –que llaman yurts- en el medio de la
vegetación, unidas por pasarelas de madera de lenga.
Mi yurt es el primero sobre el lago del Toro,
y frente a mi ventana están las Torres.
Pensaba dormir un rato, pero me dijeron que
fuera a hablar con los guías sobre las excursiones. Un muchacho muy joven que
se llama Christopher me detalló algunas, me mostró en un mapa los recorridos, y
fotos. Me dijo que se programa día a día, por el clima.
A las ocho de la noche cené pollo y cordero
con papas y tomé vino chileno, y me fui a dormir. Desde el comedor hasta mi
yurt debe haber unos 150 metros por las pasarelas.
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