Lunes
15/10/2012. Me desperté a las 6,30. A las 7 desayuné y me quedé en mi cuarto
escribiendo y subiendo fotos al blog, me merecía un descanso después de la
maratón de ayer.
A las
11 fui caminando al Museo Gustavo Le Paige, donde hay objetos de las distintas
culturas de la zona. Muchos recipientes para preparar alucinógenos, vasijas y
tejidos.
Y ésta la entrada, muy cerca de la plaza:
Desde la plaza se ve el volcán Licancabur, de forma cónica perfecta:
Compré algunos recuerdos y tomé un helado de ricarica (es una planta
de la zona que tiene sabor muy suave a menta) antes de volver al hotel.
Volví a
salir, comí algo, compré el transfer para ir mañana al aeropuerto de Calama, y
a las 4 estaba en Caracoles y Taconao para hacer la excursión a la laguna
Cejar.
Este
guía se llamaba Cristian y dio muy buenas explicaciones, aunque no era tan
divertido como Patricio y Abraham. Llegamos a la laguna, que tiene gran
concentración de sal y se puede flotar como en el Mar Muerto. Yo no tenía la
menor intención de sumergirme, y menos sabiendo que después la sal picaba en el
cuerpo y había que seguir con la ropa mojada, ni pensar en que haya un lugar
para cambiarse ni lavarse, aquello es muy precario. Así que sólo me acerqué a
curiosear y después volví a donde estaba la camioneta, el sol era demoledor.
Detrás de la laguna está la montaña Quimal:
Cristian me contó que entre diciembre y febrero hubo lluvias muy fuertes, con
mucho viento y granizo, y que en el mes de febrero la gente ya no venía por el
clima, así que el pueblo, que vive del turismo, tuvo todo un mes, en plena
temporada alta, de inactividad.
Detrás de la laguna está la montaña Quimal:
La
laguna Cejar está en pleno salar de Atacama. Fuimos hacia el sur y llegamos a
los Ojos del Salar, dos enormes estanques redondos que, según me dijo Cristian,
se alimentan de napas subterráneas.
Aquí estoy con mi sombrero de expedicionaria del desierto al lado de uno de los Ojos del Salar. Detrás mío los volcanes Licancabur y Juriques (es el de la derecha, de cima plana):
Aquí estoy con mi sombrero de expedicionaria del desierto al lado de uno de los Ojos del Salar. Detrás mío los volcanes Licancabur y Juriques (es el de la derecha, de cima plana):
Siguiendo
hacia el sur llegamos a la laguna Tebinquiche, que es la única de la zona que
se seca en verano. Es muy poco profunda,
había un hombre en el medio de la laguna y el agua le llegaba a los tobillos.
Allí
Cristian nos ofreció pisco sour (y gaseosas para los abstemios) con papas
fritas y nachos. El pisco sour ya venía listo para servir y en botella, no era
como los que tomé en Perú que requerían preparación. Estaba exquisito, pero me
dio más dolor de cabeza que la altura. En el grupo había una pareja de alemanes
en su año sabático. El hombre hablaba español muy bien, con acento pero con
buena construcción gramatical, y me contó que había vivido seis años en Bilbao
trabajando como profesor de música. Estuvo allí durante los cinco años de
construcción del Museo Guggenheim y vio cómo se transformaba la zona donde está
el Museo, y después toda la ciudad, porque empezaron a llegar turistas y se
construyeron hoteles. El Museo modernizó la ciudad y le dio nueva vida.
Cristian
contó una historia que es leyenda local: el volcán Licancabur, el de la forma
cónica perfecta, y el que está al lado, que se llama Juriques, estaban
enamorados de la montaña Quimal, que en la antigüedad estaba muy cerca de ellos.
En un ataque de celos Licancabur cortó la cabeza de Juriques, que quedó trunco.
El volcán Lascar, padre de todos ellos, enojado, trasladó a Quimal enfrente, a
muchos kilómetros de distancia, y sigue enojado hasta ahora, porque no ha
dejado de tener actividad volcánica. En los solsticios de verano y de invierno las
sombras de Licancabur y Quimal se tocan.
Volvimos
a San Pedro de Atacama. Entré en un supermercado y me compré jugo de fruta y lo
que creí que era una papaya. Cuando la corté más tarde me di cuenta que era un
mango, porque tenía carozo y no semillas. Delicioso.
En la
playa de estacionamiento del hotel ya casi no hay autos: terminó el fin de
semana largo para los chilenos.
Martes 16/10/2012. SPA se convirtió en un pueblo fantasma. No quedó nadie. El check out era a las 12, pero me dijeron que me podía quedar hasta las 15. Leí y escribí y a las 15 fui a comer. Volví al hotel y seguí leyendo en el lobby hasta las 19,30, cuando me vinieron a buscar para ir a Calama, yo era la única pasajera. El avión salió puntual a las 22,45 y llegó a Santiago a las 12,30.
Miércoles 17/10/2012. Larga espera en el aeropuerto otra vez, el avión salió a las 7,50 y a las 9,30 aterrizó en Buenos Aires. Había nubes sobre la cordillera y no se veía el Aconcagua. Ezeiza era un caos, mucha gente, pocos empleados, ninguna indicación en las cintas de las valijas sobre a qué vuelo pertenecían. La empleada de la aduana me increpó que yo traía una computadora (le mostré la declaración jurada), y se quedó satisfecha y me dejó pasar cuando le dije que venía de Chile (?????).
Martes 16/10/2012. SPA se convirtió en un pueblo fantasma. No quedó nadie. El check out era a las 12, pero me dijeron que me podía quedar hasta las 15. Leí y escribí y a las 15 fui a comer. Volví al hotel y seguí leyendo en el lobby hasta las 19,30, cuando me vinieron a buscar para ir a Calama, yo era la única pasajera. El avión salió puntual a las 22,45 y llegó a Santiago a las 12,30.
Miércoles 17/10/2012. Larga espera en el aeropuerto otra vez, el avión salió a las 7,50 y a las 9,30 aterrizó en Buenos Aires. Había nubes sobre la cordillera y no se veía el Aconcagua. Ezeiza era un caos, mucha gente, pocos empleados, ninguna indicación en las cintas de las valijas sobre a qué vuelo pertenecían. La empleada de la aduana me increpó que yo traía una computadora (le mostré la declaración jurada), y se quedó satisfecha y me dejó pasar cuando le dije que venía de Chile (?????).