Lunes 15/4/2019. Quedamos con Kamol que venía a buscarme 5,30. Hay tres horas de viaje desde Khiva a Nukus, y desde allí un gran trecho hasta el campo de yurtas sobre el mar de Aral. Dormí muy mal, tenía temor de quedarme dormida.
Yo fui la primera que vinieron a buscar, después pasamos por otros hoteles para recoger a los rusos.
Cerca de las 9 de la mañana llegamos a Nukus. En una especie de hotel desayunamos, en una cama turca, de esas que tienen una mesa en el medio. Café, queso y fiambre, aceitunas y pizza.
Después nos distribuimos en tres camionetas Toyota para ir al desierto. En la mía iban el conductor, Kamol, Tanya y yo. Tanya es rusa de San Petersburgo y trabaja en el Hermitage, uno de los museos más importantes del mundo. Habló conmigo en inglés y gracias a ella abandoné para siempre la idea de que los rusos son gente hosca y poco comunicativa.
Encaramos la ruta del desierto hacia el norte. Al principio era un camino, y más tarde se convirtió en una huella. Pasamos por una ciudad que se llama Kungirot. Voy siguiendo el recorrido con mi mapa offline, que increíblemente funciona en pleno desierto.
Esta soy yo en la conquista del desierto.
El lago Sudochi. Aquí cerca paramos en un rancherio y comimos sándwiches. Después seguimos viaje.
Y llegamos al famoso mar de Aral
Nos acercamos caminando a la orilla del mar.
Y finalmente llegamos al campamento de yurtas, en la orilla sudoeste del mar de Aral
Esta era la de las chicas.
Puesta del sol en el mar de Aral.
En la ladera de la colina decía "Welcome", como en Hollywood!
A unos treinta metros de las yurtas estaba el baño. Por lo menos era un inodoro y no un agujero en el piso. Podría haber sido peor.
Estaba señalizado el estacionamiento. Increíble.
También la zona de fumadores.
En la yurta restaurante sirvieron la cena, que era pluv. Como yo no como arroz me ofrecieron huevos, pero no tenía hambre y estaba terriblemente cansada, solo comí una manzana. Los rusos después de comer empezaron a tomar cognac y después vodka. Yo me fui a dormir a la yurta 2, que era la de las chicas. Había electricidad para cargar el celular y funcionaba una especie de caloventor.
Afuera hacia mucho frio. Ni escuché cuando las rusas volvieron.
Yo fui la primera que vinieron a buscar, después pasamos por otros hoteles para recoger a los rusos.
Cerca de las 9 de la mañana llegamos a Nukus. En una especie de hotel desayunamos, en una cama turca, de esas que tienen una mesa en el medio. Café, queso y fiambre, aceitunas y pizza.
Después nos distribuimos en tres camionetas Toyota para ir al desierto. En la mía iban el conductor, Kamol, Tanya y yo. Tanya es rusa de San Petersburgo y trabaja en el Hermitage, uno de los museos más importantes del mundo. Habló conmigo en inglés y gracias a ella abandoné para siempre la idea de que los rusos son gente hosca y poco comunicativa.
Encaramos la ruta del desierto hacia el norte. Al principio era un camino, y más tarde se convirtió en una huella. Pasamos por una ciudad que se llama Kungirot. Voy siguiendo el recorrido con mi mapa offline, que increíblemente funciona en pleno desierto.
El lago Sudochi. Aquí cerca paramos en un rancherio y comimos sándwiches. Después seguimos viaje.
Y llegamos al famoso mar de Aral
Nos acercamos caminando a la orilla del mar.
Y finalmente llegamos al campamento de yurtas, en la orilla sudoeste del mar de Aral
Esta era la de las chicas.
Puesta del sol en el mar de Aral.
En la ladera de la colina decía "Welcome", como en Hollywood!
A unos treinta metros de las yurtas estaba el baño. Por lo menos era un inodoro y no un agujero en el piso. Podría haber sido peor.
Estaba señalizado el estacionamiento. Increíble.
También la zona de fumadores.
En la yurta restaurante sirvieron la cena, que era pluv. Como yo no como arroz me ofrecieron huevos, pero no tenía hambre y estaba terriblemente cansada, solo comí una manzana. Los rusos después de comer empezaron a tomar cognac y después vodka. Yo me fui a dormir a la yurta 2, que era la de las chicas. Había electricidad para cargar el celular y funcionaba una especie de caloventor.
Afuera hacia mucho frio. Ni escuché cuando las rusas volvieron.
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