miércoles, 10 de abril de 2019

VIAJE A UZBEKISTÁN - DE TASHKENT A SAMARCANDA

Martes 9/4/2019. Había quedado con Zarnigor que a las 7,30 venía el conductor a buscarme para ir al aeropuerto a buscar la valija. No dormí bien hoy, tengo los horarios confundidos, pero a las 7 desayune y a las 7,30 estaba en la puerta esperando.  Fuimos al aeropuerto y allí estaba, por fin, mi valija.
Pero allí empezó otro problema. El conductor pretendía dejarme en un hotel cerca del aeropuerto, porque decía que el recorrido empezaba allí,  pero yo no habia hecho el checkout de mi hotel y tenia mi equipaje de mano allí.  Como el hombre no habla una palabra que no sea ruso o uzbeko, primero llamó a otra persona de ese hotel y después a mi Hotel Ramada, y allí una chica lo convenció de que yo primero tenía que pasar por allí.  Se enojó y manejó como un demente, hasta que, por suerte,  llegamos sanos y salvos.
Hice el checkout y allí me dijo esa misma chica que además al hacerlo me daban una ficha que cada hotel en que me alojara me tenía que dar y que yo tenía que entregar cuando me fuera del país.  Nadie me había dicho esto.
Fuimos otra vez hacia el hotel donde comenzaba el recorrido, y allí estaba el enorme ómnibus con sólo 20 personas.  La guía local hablaba muy bien español y prácticamente se dedicó solo a mi todo el día.  El guía de la excursión no habla sino ruso y uzbeko y todos los participantes son rusos! Los rusos no son latinos, ni siquiera hablan entre ellos.
Empezó el recorrido por la Plaza Khast-Imam con mi guía Asiya (se pronuncia Asia), que es muy bonita y simpática.  Me contó que es musulmana pero no practicante y que Uzbekistán es un país laico con mayoría musulmana, pero hay libertad de culto. Está prohibido por razones de seguridad que las mujeres se tapen la cara. No hay burkas, solo algunas usan pañuelos en la cabeza.
En la Plaza,  que es la parte más vieja de la ciudad, hay tres edificios: en el primero está guardado el primer Coran, un libraco enorme guardado en una vitrina, la madrasa y la mesquita.
Tashkent, como muchas ciudades de esta parte del mundo, parece moderna pero tiene miles de años.  Cada tanto un terremoto la destruye,  el último fue en 1966.











Lloviznaba. Este es uno de los Minaretes de la mesquita, y me contó Asiya que ya no sube el mujaidin cinco veces por día a llamar a los fieles al rezo, sino que se han modernizado y ahora es una grabación con parlante.
El recorrido siguió por el mercado Chorsu, donde se puede comprar de todo.
Otra cúpula azul.



Entramos en la panadería donde estaban amasando pan, y lo probamos.  Le ponen sésamo blanco y negro.



Muchos productos frescos. Los locales vienen a comprar acá,  y está abierto de martes a domingo.


Caminamos bajo la llovizna y pasamos por otra madrasa. Hasta 1918 cumplían la función de escuelas y también se enseñaba religión. Los bolcheviques las cerraron.






Subimos otra vez al bus y fuimos a un restaurante. La comida no está incluida, pero aparentemente no habia opción.  Todos a comer "pluv", comida típica uzbeka (se pronuncia "ploff").
El restaurante estaba al lado de la torre de la televisión que se veía desde la ventana de mi cuarto.


El pluv lo hacen en la planta baja, en unos grandes contenedores. Tiene carne de ternera, cebolla, zanahoria, aceite y arroz.


Me resistí, pero finalmente tuve que usar el baño del restaurante, que era así.


El pluv venía con ensalada y té verde con limón. La comida casi no la probé.  Sí tomé el té.



Después fuimos al Museo de las artes aplicadas, donde se muestran artesanías de todo el país.


Tejido llamado "susanet". No estoy segura si se escribe así.  Siempre tiene dibujos de granadas, que es una fruta muy popular aquí.






Después del Museo emprendimos el viaje a Samarcanda. Era una autopista muy concurrida y en muy mal estado. Tardamos cinco horas. Dormí de a ratos, pero había mucho movimiento por los baches del camino.
Paró en el camino para usar el baño. Un rancho en el medio de la nada, con agujeros en el piso, y que cobraba 1000 som.


Se estaba haciendo de noche y había extrañas nubes.



Llegamos a Samarcanda a las nueve de la noche. Estaba muy pero muy cansada y hambrienta. En el hotel no habia room service pero me ofrecieron el delivery. La pizza estaba deliciosa, y me fui a dormir enseguida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario