Jueves 16/1/2020. Como no me puedo acostumbrar a las once horas de diferencia con Buenos Aires, me quedo dormida muy temprano y me despierto a las cuatro. Hoy vi en la televisión a esa hora a un cocinero que recorría Japón averiguando dónde y qué tipos de cebolla cultivaban. En Japón no cultivan cebolla morada, solo la común, la blanca y la de verdeo, que se dice "spring onion".
Desayune y fui hasta el Muelle 8 porque hoy quería ver Kowloon, el barrio de enfrente.
Por todos lados veo estas macetas con pequeñas mandarinas. Las toqué y son de verdad! Creo que tiene algo que ver con el año nuevo lunar, que empieza dentro de unos días.
Mientras esperaba el colectivo 91 saqué ésta foto de mi hotel, que es enorme. Tiene 32 pisos, aunque la recepción está en el quinto y no sé qué hay del primero al cuarto. Las vistas son impresionantes, pero por supuesto las ventanas son fijas y para saber si hace frio o calor hay que bajar o buscar en Internet.
Tomé el ferry, que en siete minutos me dejó en el muelle de Kowloon. Alli está el Hotel Península, donde tiene la parada el bus turistico.
Muy cerca del muelle está la torre del reloj, que según el audio del bus es lo único que queda de la estación del tren transiberiano, que pasaba por acá. Los pasajeros bajaban del tren e iban al Hotel Península.
Este es el Hotel, muy lujoso, e histórico, porque acá se rindieron los britanicos, canadienses y chinos a los japoneses en 194I, después de dos semanas de combates.
Esta es una escultura en la plaza frente al hotel.
Los globos rojos también están relacionados al año nuevo.
El bus turístico salió a las 10,10 y recorrió las calles de Kowloon, que me pareció bastante más feo que mi barrio.
La parte más linda de Kowloon es el malecón, aunque desde que llegué a esta ciudad siempre hay bruma.
Otros siete minutos a bordo del ferry y estaba otra vez en Hong Kong.
Esperé el bus verde y su primera parada era en el Tranvía Peak, donde bajé.
Es un funicular que sube en cinco minutos a la parte más alta de la isla.
Los rascacielos se ven torcidos.
En realidad el tranvía es un pretexto para que la gente suba, porque arriba hay un shopping de miles de chirimbolos, además de comida y bebida.
Tomé un helado exótico de jengibre y lima y después volví a tomar el tranvía para bajar.
Una chica manejaba el tranvía.
Volví a tomar el siguiente bus verde porque quería ver otra vez el lado sur de la isla, pero esta vez me senté abajo. Es un camino con muchas curvas al lado del mar y hay mucho viento.
Cuando volvió al muelle, me tomé el 91 otra vez y volví al hotel. Algo del desayuno me cayó mal hoy, así que fui al supermercado a comprar seven up y otra vez me quedé dormida temprano.
Desayune y fui hasta el Muelle 8 porque hoy quería ver Kowloon, el barrio de enfrente.
Por todos lados veo estas macetas con pequeñas mandarinas. Las toqué y son de verdad! Creo que tiene algo que ver con el año nuevo lunar, que empieza dentro de unos días.
Mientras esperaba el colectivo 91 saqué ésta foto de mi hotel, que es enorme. Tiene 32 pisos, aunque la recepción está en el quinto y no sé qué hay del primero al cuarto. Las vistas son impresionantes, pero por supuesto las ventanas son fijas y para saber si hace frio o calor hay que bajar o buscar en Internet.
Tomé el ferry, que en siete minutos me dejó en el muelle de Kowloon. Alli está el Hotel Península, donde tiene la parada el bus turistico.
Muy cerca del muelle está la torre del reloj, que según el audio del bus es lo único que queda de la estación del tren transiberiano, que pasaba por acá. Los pasajeros bajaban del tren e iban al Hotel Península.
Este es el Hotel, muy lujoso, e histórico, porque acá se rindieron los britanicos, canadienses y chinos a los japoneses en 194I, después de dos semanas de combates.
Esta es una escultura en la plaza frente al hotel.
Los globos rojos también están relacionados al año nuevo.
La parte más linda de Kowloon es el malecón, aunque desde que llegué a esta ciudad siempre hay bruma.
Otros siete minutos a bordo del ferry y estaba otra vez en Hong Kong.
Esperé el bus verde y su primera parada era en el Tranvía Peak, donde bajé.
Es un funicular que sube en cinco minutos a la parte más alta de la isla.
Los rascacielos se ven torcidos.
En realidad el tranvía es un pretexto para que la gente suba, porque arriba hay un shopping de miles de chirimbolos, además de comida y bebida.
Tomé un helado exótico de jengibre y lima y después volví a tomar el tranvía para bajar.
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