Miércoles 29/1/2020. Después de desayunar preparé mi equipaje y caminé hasta Bas Bravan y Bencoolen, donde sabía que paraba el ómnibus 36 que va al aeropuerto.
Cuando llegué a la parada justo llegaba el bus.. Eran las 10. El boleto cuesta 2,70 dólares de Singapur y hay que poner las monedas en un contenedor.
Pasó por la fuente de la riqueza del Suntec Mall.
Última foto del Marina Bay Sands.
El ómnibus no iba lleno, es un trayecto muy agradable, la mayor parte por autopista llena de flores.
A las 10.45 llegó al aeropuerto, y por casualidad me bajé en mi terminal, porque tiene varias.
Este aeropuerto tiene fama de ser espectacular y tener jardines impresionantes, pero fue ésto lo único que yo vi, y estaba en la zona de los arribos.
Por supuesto había adornos por el año nuevo chino. Por televisión ya dicen que los muertos por el coronavirus son 132 y mucha gente usa barbijos.
Era temprano y mi vuelo salia 15,20, así que recorrí el aeropuerto.
Encontré un Burger King, comi estas papas con cheddar impresionantes y tomé Fanta uva. Este es un vuelo low cost y no hay comida.
Lo que me llamó la atención del aeropuerto es que cada puerta de embarque tiene su propio escaner de seguridad. Aquí ya lo había pasado y este era mi avióncito amarillo de la compañía Scoot.
Fueron dos horas y media de vuelo y había muchas nubes.
Aproveché para sacar fotos porque la máquina donde hice el check in me dio una ventana. Era bastante incómodo.
Por aterrizar en Bali.
El aeropuerto de Denpasar.
Hice el trámite de inmigración, recuperé mi valija, cambié dólares por rupias indonesias y salí. Tenia contratado un transfer a mi hotel en Ubud. Había decenas de personas con carteles pero ninguno con mi nombre.
En el aeruerto hay wifi, así que mandé un wsa al hotel, pero no me contestaban.
Me acerqué al mostrador de atención al turista y expliqué mi problema. Primero lo llamaron por altavoz. Como no apareció, llamaron por teléfono a mi hotel. Entonces sí apareció y dijo que estaba más atrás, pero no era cierto, porque yo leí todos los carteles dos veces, la realidad era que recién llegaba. Era un chico muy joven llamado Wayan. Hacía calor en Bali, pero yo venía de Singapur, que es el mismísimo infierno.
El viaje a mi hotel en Ubud duró una hora y veinte minutos, y llovió en el trayecto.
Llegué muy cansada, tomé un café y me fui a dormir con el aire acondicionado a 21 grados.
Cuando llegué a la parada justo llegaba el bus.. Eran las 10. El boleto cuesta 2,70 dólares de Singapur y hay que poner las monedas en un contenedor.
Pasó por la fuente de la riqueza del Suntec Mall.
A las 10.45 llegó al aeropuerto, y por casualidad me bajé en mi terminal, porque tiene varias.
Este aeropuerto tiene fama de ser espectacular y tener jardines impresionantes, pero fue ésto lo único que yo vi, y estaba en la zona de los arribos.
Por supuesto había adornos por el año nuevo chino. Por televisión ya dicen que los muertos por el coronavirus son 132 y mucha gente usa barbijos.
Era temprano y mi vuelo salia 15,20, así que recorrí el aeropuerto.
Encontré un Burger King, comi estas papas con cheddar impresionantes y tomé Fanta uva. Este es un vuelo low cost y no hay comida.
Lo que me llamó la atención del aeropuerto es que cada puerta de embarque tiene su propio escaner de seguridad. Aquí ya lo había pasado y este era mi avióncito amarillo de la compañía Scoot.
Fueron dos horas y media de vuelo y había muchas nubes.
Aproveché para sacar fotos porque la máquina donde hice el check in me dio una ventana. Era bastante incómodo.
Por aterrizar en Bali.
El aeropuerto de Denpasar.
Hice el trámite de inmigración, recuperé mi valija, cambié dólares por rupias indonesias y salí. Tenia contratado un transfer a mi hotel en Ubud. Había decenas de personas con carteles pero ninguno con mi nombre.
En el aeruerto hay wifi, así que mandé un wsa al hotel, pero no me contestaban.
Me acerqué al mostrador de atención al turista y expliqué mi problema. Primero lo llamaron por altavoz. Como no apareció, llamaron por teléfono a mi hotel. Entonces sí apareció y dijo que estaba más atrás, pero no era cierto, porque yo leí todos los carteles dos veces, la realidad era que recién llegaba. Era un chico muy joven llamado Wayan. Hacía calor en Bali, pero yo venía de Singapur, que es el mismísimo infierno.
El viaje a mi hotel en Ubud duró una hora y veinte minutos, y llovió en el trayecto.
Llegué muy cansada, tomé un café y me fui a dormir con el aire acondicionado a 21 grados.
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