Lunes 28/1/2013. Un desayuno horrible en el
Kyichu Hotel. Nos sirvieron el café en tazas heladas, quedó tibio, al rato
trajeron dos tostadas, un poco de manteca y dulce para cada una, y al rato otro
café.
En el lobby, que no tiene calefacción, y
donde los empleados trabajan con campera, nos estaba esperando Ngawang. Allí
hay una estatua de un Buda muy contento, Ngawang me dijo que es el “smiling
Buda”.
Salimos en la camioneta hacia el Palacio
Potala, construído en el siglo XVII por el quinto Dalai Lama. Domina la ciudad
de Lhasa y tiene 1000 habitaciones, de las cuales se visitan unas pocas.
En la calle que rodea al Palacio, muchísima
gente caminando. Ngawang nos explicó que bordean el Palacio como ejercicio
físico y espiritual, porque es un sitio sagrado. La caminata les lleva unas dos
horas y la hacen recitando mantras y agitando unos cilindros que se llaman praywheel (rueda para rezar). .
Empezamos a subir escaleras. Subí muy
despacio, no me olvidaba que estábamos a 3800 metros sobre el nivel del mar y había poco
oxígeno. Las escaleras eran interminables, la parte abierta al público son los
últimos pisos. Muchísima gente, pero éramos las únicas occidentales, y nos miraban
raro.
Llegamos a un patio, compramos agua para
reponernos y seguimos subiendo escaleras. Cuando llegamos arriba, Ngawang me
dijo que eran unos 375 escalones.
El Palacio tiene dos partes: la blanca y la
roja. En la primera estaban las oficinas administrativas y en la segunda el
monasterio. Primero entramos a la parte blanca, y pasamos por la Sala de las Bendiciones,
donde la gente deja los chales blancos y los billetes de yuan como ofrenda, la Sala de Recepción, donde el
Dalai Lama recibía a los extranjeros, la Sala de Meditación y la Sala de Estudio. Aquí vivía
el Dalai Lama hasta la ocupación china en 1959.
Todas las salas oscuras, con olor a incienso
y mucha gente, que camina recitando mantras.
Luego estuvimos en la parte roja, vimos los
monjes y los lugares donde la gente reza, en algunos casos tirándose por
completo al suelo y quedando acostados boca abajo.
Los monjes son amigables y se dejan sacar fotos:
En total estuvimos dos horas en el Palacio y
bajamos otra vez las interminables escaleras, saliendo a la parte de atrás. Ni
bien salimos nos atacaron los vendedores ambulantes.
Así se ve Lhasa bajando por la parte de atrás del Palacio de Potala. Allí hay un estanque parcialmente congelado:
Encontramos allí cerca la camioneta y Ngawang
nos dijo que venía con nosotros al hotel para comprobar que las habitaciones
estuvieran calefaccionadas, y así lo hizo.
Aquí estoy con Ngawang:
Después nos acompañó a un
restaurante cercano y nos dijo que volvía a buscarnos a las tres de la tarde.
Comimos papas con queso derretido y pollo con
papas fritas. De postre pedimos unos panqueques que eran como unas tortillas
gruesas.
Cuando nos vino a buscar Ngawang me di cuenta de que por primera vez
en este viaje una comida me había caido mal. Además debe influir la altura y el
cansancio por tantos días viajando.
Caminando, porque estaba muy cerca, fuimos al
Templo Budista Jokhang. Frente al templo, decenas de personas se tiraban al
piso una y otra vez. Ngawang nos explicó que hacían 10.000 de esos movimientos
por mes (llevaban en el dedo un contador) como ofrenda a Buda y gimnasia. Con
las manos en posición de oración, se tocaban la cabeza, la garganta y el pecho,
después flexionaban las rodillas y se acostaban en el suelo boca abajo, se
levantaban y volvían a empezar. Para entrar al Templo tuvimos que sortear las
colchonetas de los fieles/gimnastas.
En cuanto entramos al Templo sentí el olor a
incienso y se me revolvió el estómago. Le pregunté a Ngawang si adentro era muy
fuerte ese olor porque me hacía mal y me contestó que sí, así que me quedé en
el patio mientras lo recorrían. Vino a buscarme para ir a la terraza al aire
libre, allí había aire puro.
Desde la terraza se veía la ciudad y el
Palacio de Potala. Bajamos del Templo (este también tenía escaleras bastante
feas sobre todo para bajar) y fuimos al mercado justo enfrente. Compré algunas
chafalonías, entre ellas un rosario tibetano, y decidí volverme al hotel. Había
mucha cantidad de gente paseando y comprando y las multitudes siempre me
agobian. Se acerca el año nuevo chino, a principios de febrero, y mucha gente
compra regalos.
Esta cosa tan extraña que vendían en el mercado me dijo Ngawang que era queso:
Me volví al hotel, que estaba a dos cuadras.
Mirta, Elba y Cristina se quedaron en el mercado. Tomé agua, me acosté y me
quedé dormida. Hoy no voy a comer nada, mañana emprendemos el regreso y tenemos
entre vuelos y esperas en los aeropuertos casi dos días.
Aquí en el hotel Kyichu tengo Internet en la
habitación pero no puedo acceder al blog. Ngawang me confirmó que el gobierno
chino bloquea muchas páginas occidentales.