Domingo 27/1/2013. A las siete menos cuarto
de la mañana quise bañarme y lavarme el pelo, pero el agua salía fría. Llamé a
la recepción y me dijeron que tenía que esperar 15 ó 20 minutos. Incluso
mandaron una chinita a ayudarme, pero el agua nunca salió bien caliente.
Tomamos un desayuno feo, café con tostadas,
manteca y mermelada. Nos ofrecieron huevos y verduras, que no comimos.
A las nueve y cuarto fuimos a visitar el
monasterio budista de Shigatse que es el Tashilunpo Monastery, construido por
el primer Dalai Lama en el siglo XV y donde viven actualmente 700 monjes. Allí
hay capillas con estatuas de Buda y sus reencarnaciones, fotos de los Lamas,
fuentes con tsampa, que es el alimento base de los tibetanos y tiene aspecto de
harina. Lo probé y no tiene gusto a nada. Los tibetanos le agregan azúcar,
verduras o queso y hacen bolitas que comen con la mano.
En un mueble de metal había muchas lapiceras:
los estudiantes las dejan allí y después pasan a buscarlas para escribir sus exámenes,
porque ya están bendecidas por haber estado en el monasterio. En la entrada hay
una campana, como en los templos hindúes, y nos explicó nuestro guía Ngawang que los que
entran la tocan en señal de respeto, y para pedir permiso para entrar.
En una pared, muchas figuras de una persona
sentada con las piernas cruzadas y con diferentes gestos de las manos: la mano
derecha sobre la izquierda con las palmas hacia abajo para meditar, con la mano
derecha tocando el suelo para protección contra volcanes y terremotos, y otras
que no retuve.
Dentro de las capillas había que pagar entre
75 y 125 yuanes para sacar fotos. Un dólar
vale casi 6 yuanes, o sea que es equivalente a nuestro peso.
Había mucha gente en las capillas, pero
nosotras éramos las únicas extranjeras. Ngawang nos dijo que la gente suele
venir al monasterio una vez por semana.
Entramos a dos o tres capillas y a un salón
de oraciones donde se reúnen los monjes, y después salimos a una terraza. Allí
hay una gran pared blanca donde se despliegan figuras de las distintas
reencarnaciones de Buda cuando hay fiestas.
Un monje salió a la terraza, se acercó a unos
arbustos y se arrodilló o se puso en cuclillas. Le pregunté a Ngawang si estaba
rezando y me dijo que estaba haciendo pis.
En las capillas había billetes que dejaban
los fieles como ofrenda para el monasterio. Observé que no eran los yuanes que
nosotros tenemos. Ngawang nos explicó que son billetes de 10 centavos. No
tienen la figura de Mao como los demás sino dos imágenes: un agricultor y un
oficinista: China es comunista y eso significa que todos son iguales.
Ngawang nos explicó cada uno de los símbolos.
Ayer era bastante parco pero hoy lo encontramos muy entusiasmado en explicarnos
sobre el monasterio, él es budista y muy convencido, siempre tiene su rosario
tibetano en la mano y me dijo que recita el mantra que suena algo así como
“omanaprednejun”.
Mirta dice que en las capillas hay muy feo
olor, yo por suerte no tengo olfato.
Cuando salimos del Monasterio fuimos hasta la
playa de estacionamiento para subir a la camioneta y había un baño. No lo usé
pero le saqué fotos, nunca en mi vida vi uno tan sucio y tan precario.
Seguimos hacia Lhasa, la capital del Tibet.
Está a 280 km de Shigatse, pero tardamos muchas horas por los controles de
velocidad. La Friendship Highway
es una carretera en muy buen estado y con muchas curvas. Atravesamos la cadena
del Himalaya, así que subimos y bajamos montañas todo el tiempo.
Paramos en un pueblo y Ngawang nos mostró una
fábrica de tsampa, que es como una molienda de harina. Mucho frío.
Pasamos por
lagos color turquesa parcialmente congelados, y glaciares y vimos yaks, un mamífero que sólo vive en el
Tibet. El paisaje es imponente y en los pasos altos hay mucho viento.
Paramos a comer en una ciudad llamada
Lenghazi. En la camioneta estábamos bien, pero en la calle hacía mucho frío.
Entramos en un restaurant y yo comí cerdo, y las chicas pollo y arroz. El cerdo
estaba cortado en láminas muy finas y frío, pero era realmente exquisito.
Tomamos cerveza tibetana marca Lhasa.
Seguimos viaje y apareció entre las montañas
el Lago Yamdrok, sagrado para los tibetanos, enorme y hermoso.
Al acercarnos a Lhasa pasamos tres túneles
entre las montañas, los primeros que veo en este viaje.
La ciudad me sorprendió
por los edificios modernos con la típica arquitectura tibetana de techos planos y ventanas cuadradas y por las avenidas anchas.
Llegamos al Hotel Kyichu,
que está en el centro. Es un edificio enorme con un patio. Nos dieron los
cuartos y dijeron que había calefacción por losa radiante. La temperatura fue
subiendo muy lentamente. En el lobby hacía un frío espantoso y los empleados
trabajaban con camperas puestas.
Mirta y Cristina salieron a comprar frutas
secas y otra lata de carne de cerdo y tomamos café. A las 8 es de noche, no
conocemos la ciudad y hace un frío horrible, así que no teníamos ganas de salir.
Ayer y hoy pude acceder a Internet, leer
mails y diarios de Argentina, pero no me deja entrar a mi blog, evidentemente
hay alguna restricción en China que no conozco, mis lectores deberán esperar a
que vuelva a casa.
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