Lunes 14/1/2013. A las 7 subí a desayunar.
Era de noche, la cocina estaba cerrada y los empleados dormían en los sillones.
Muchísimo frío. Esto es clima de desierto, muy frío de noche y cálido de día,
como para estar en manga corta.
Nuestro cuarto está en el segundo piso y el
restaurante está en el tercero. No hay ascensor en el hotel. No sería dramático
si no fuera porque los escalones de las escaleras indias son mucho más altos
que los nuestros. Lástima que no traje una regla para medirlos.
Más tarde volvimos a subir y desayunamos
café, tostadas con manteca y mermelada y bananas.
Salimos del hotel y nos encontramos con
Shyam, nuestro guía local indio que habla español. Nos llevó al lago artificial
construido en 1200 por un maharajá.
Allí enfrente está la Puerta de la Prostituta y hay un
templo dedicado al dios Shiva.
Fuimos con Shyam hasta el fuerte que domina
la ciudad. Tiene una sola entrada y cuatro puertas consecutivas.
Adentro está
la parte de los sacerdotes y la de los guerreros, las dos castas más
importantes de la India.
Viven allí dentro del fuerte 4000 personas, hay hoteles,
restaurantes y casas. El mismo Shyam vive allí.
Visitamos un templo janista, que es una de
las muchas religiones de la
India , creada por hinduistas disidentes.
Entramos a un hotel dentro del Fuerte y nos
sentamos en una terraza desde donde se veía toda la ciudad dorada.
Sobre las puertas, cuelgan amuletos para la buena suerte:
Fuera del Fuerte caminamos por callecitas
llenas de basura y bosta de vaca, Entramos a una tienda donde vendían
cubrecamas, saris y pashminas, todo caro. Cerca de allí las chicas entraron a
un lugar para ver chafalonías, yo me quedé afuera mirando pasar la gente. Todas
las mujeres se visten con brillos y colores, van y vienen llevando cuencos,
salen a las puertas de las casas, que están abiertas de par en par. En muchas
de ellas hay un cartel pintado en la fachada, en el cual está el Dios Ganesh,
de la buena suerte y la prosperidad, con una fecha, que es la de un casamiento
reciente en la familia.
Una vaca que caminaba tranquilamente por la
calle, como tantas otras, chupaba parsimoniosamente una motocicleta que estaba
estacionada allí.
Vimos un haveli donde se concentraban
turistas, no subí porque he desarrollado un odio intenso por las escaleras
indias.
A todos los guías les preguntamos por las
costumbres del país. Todos ellos están casados, con esposa elegida por su
familia, a quien conocieron recién cuando se casaron. Cuando se casan las
mujeres van a vivir a la casa de la familia del marido, y varias generaciones
comparten la vivienda.
Comimos algo en un restaurante y después hicimos
50 km a un campamento para hacer el paseo en camello. Después de la experiencia
del elefante yo ya había decidido no subir. Mirta y Elba subieron y Cristina se
arrepintió a último momento porque su camello gritaba como si lo estuvieran
torturando.
Nos quedamos en el campamento tomando un café hasta que volvieron.
Allí había carpas para la gente que quiere pernoctar en el desierto.
Volvimos a Jaisalmer y cenamos en el
restaurant del hotel.
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