Miércoles 22/1/2014. Desayunamos y a las 8,30
nos vinieron a buscar para hacer la visita a la ciudad con una guía local.
Esta es la vista desde mi balcón del hotel
Atlas Asni, muy lujoso pero la conexión a Internet es de terror.
A Marrakesh la llaman “la ciudad roja”, todos los edificios son del mismo color rosado, y es obligatorio pintarlos de ese color, el del desierto. En realidad es rosa, como Jaipur en
Nuestra primera parada fue en el minarete de la mezquita Kutubia, gemelo de
Allí mismo hay una antena disimulada en una falsa palmera, no lo hubiera advertido si la guía no la hubiera mostrado.
Allí están los nidos de cigueñas como en Alcalá de Henares.
Allí dentro de la fortaleza hay un cementerio con las tumbas saadíes. En el interior los reyes y afuera, sus servidores.
Hay una tumba rodeada de barrotes de madera que según la guía pertenece a un niño y simboliza una cuna.
Luego fuimos al Palacio de la Bahía , que pertenecía a un
visir que tenía cuatro esposas. Vimos los cuartos de las esposas y el del
visir, todos con cielorrasos increíbles de madera de cedro pintada.
Allí nos llevaron a una herboristería, donde
nos dieron una explicación sobre especias, plantas medicinales y cosméticas y
el aceite de argán, típico marroquí.
También nos llevaron, dentro del zoco, a una
tienda de artesanías. Adentro había dos hombres peleándose. Por supuesto que no
entendí por qué, hablaban en árabe, pero en un momento otro los separó porque
se estaban por pegar. Esa situación violenta, y el olor fuerte que había allí
adentro me hicieron salir a la calle enseguida. Afuera lloviznaba, los dos
peleadores también salieron y siguieron peleándose afuera, uno a cada lado
mío!!
Cuando todos salieron fuimos hacia la Plaza Jamaa el Fna, donde
habíamos estado la noche anterior. No estaban los restaurantes como a la noche,
pero había puestos de fruta, de souvenirs, de tatuajes con henna y los encantadores de serpientes,
que en realidad son tristes culebras de 50 cm. Cobran para ponerlas en el
cuello de los turistas y que se saquen fotos. Me alejé porque no quería que se
me acerquen ni aunque me pagaran ellos a mí.
El ómnibus volvía al hotel, pero yo decidí
quedarme en la plaza. Seguía lloviendo. Caminé por el zoco. Quería comprar un
adorno que es la mano de Fátima, la hija del profeta Mahoma, que se cuelga en
la puerta para parar la mala onda y dar buena suerte. Había algunas muy
bonitas. También había túnicas y bolsos, pero sabía que había que regatear y
eso me resulta muy difícil.
Entré en un negocio donde había muchas manos
de Fátima. Elegí una que me gustó con una piedra lila y le dije que quería
cinco llaveros para regalar también con la mano de Fátima. Los árabes son muy
vuelteros y se niegan a decir el precio de entrada, que sería mucho más fácil
para mí. Finalmente me dijo que eran 700 dirhams (más o menos 700 pesos). Le
dije rotundamente que no y me iba, pero me preguntó cuanto quería pagar. Le
ofrecí 100 dirhams. Me dijo que no, pero en seguida me rebajó el precio a 300
dirhams. Le dije que era muy bonito pero no podía pagar eso. Me fui. Me siguió,
quería que volviera, yo me negaba, pero insistía, y finalmente me rebajó el
precio de 130 dirhams. Quedé agotada, no me gusta el regateo. Esto es para que
sepan los que van a recibir los llaveros lo que me costaron, no en plata, sino
en esfuerzo físico!!
Después de esta experiencia decidí no comprar
más nada. Había visto un KFC cerca del minarete de la mezquita Kutubia, y
después de la experiencia de las manos de Fátima me lo merecía. Lo encontré
enseguida y comí allí.
Mientras estaba sentada en el KFC ví en la
plaza el bus turístico. Llovía y era una buena opción. Fui hasta allí y di una
vuelta por la ciudad, pero el servicio era bastante precario. La parte superior
tenía techo pero no ventanas, los asientos estaban mojados y el audio no
funcionaba. Abajo los vidrios estaban sucios. La vuelta duró una hora y me dejó
nuevamente en la Plaza
Jamaa el Fna.
Tomé un taxi y volví al hotel a las cinco de la tarde, con las zapatillas y las medias mojadas y muerta de frío. Me puse medias y zapatillas secas y bajé a tomar un café caliente. Para compensar tanta incomodidad me pude conectar a Internet.
A las 8 bajé a cenar lo de siempre: pollo y
aceitunas.Tomé un taxi y volví al hotel a las cinco de la tarde, con las zapatillas y las medias mojadas y muerta de frío. Me puse medias y zapatillas secas y bajé a tomar un café caliente. Para compensar tanta incomodidad me pude conectar a Internet.
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