Sábado 27/7/2013. Después de desayunar me fui hasta Albertineplatz al
Museo Albertine. Ví cuadros de Monet, Degas, Longo,y de un pintor austríaco que no conocía, que se llama Damish y que me gustó mucho.
Después me fui a hacer la visita guiada a la
Opera. El guía nos mostró los cortafuegos
que tiene el teatro (son varios y cada uno pesa varias toneladas) para proteger
el edificio en caso de cortocircuito.
Este es uno de los cortafuegos, pintado del lado del público:
La temporada de ópera empieza el 2 de septiembre y termina el 30 de junio. Durante las funciones, siempre hay dos bomberos en el escenario por lo que pueda pasar.
Fue construido en la época del imperio austrohúngaro con un estilo mucho más barroco que el actual. Durante la guerra cinco bombas cayeron allí y lo destruyeron casi por completo. Fue reconstruido en la posguerra en un estilo más clásico.
Esta es la parte que se salvó:
El teatro tiene un presupuesto anual de noventa millones de euros, de los cuales 36 millones los recauda en concepto de entradas. Los otros 54 millones los financia el estado austríaco.
Vimos la que era la sala personal del emperador y su palco, que ahora puede usar cualquiera que esté dispuesto a pagar los casi 200 euros que cuesta cada asiento.
Parece que ni a los vieneses ni al emperador les gustó en un principio el edificio (que es espléndido). Uno de los arquitectos se suicidó por las críticas y el otro murió de un infarto poco después.
Hoy fue un día terriblemente caluroso: 35 grados. Cuando terminó la visita me volví al hotel a descansar un rato porque en la calle no se podía estar. Me compré ensalada de frutas en el supermercado que está abajo.
Al rato salí otra vez para ir a comprar el boleto de ómnibus para ir a Budapest el lunes. Desde la estación Stephansplatz que está aquí a 100 metros tomé la línea naranja del metro en dirección Simmering y bajé en la sexta estación, que se llama Erdberg. Allí está la estación de ómnibus.
Cuando llegué en tren a Viena desde Praga primero paró en Viena-Simmering y después en Viena-Meidling, donde me bajé. Si me hubiera bajado en Simmering hubiera llegado hasta acá en metro directamente, sin hacer combinación. Escribo este dato por si a alguien le sirve.
El boleto de metro cuesta dos euros con diez cada tramo. Hay ascensores y escaleras mecánicas, así que se puede viajar bien con valija. La temperatura en el metro es mucho más agradable que afuera.
Volví a Stephansplatz y fui al Museo de Mozart, una de las casas donde vivió en Viena, donde daba clases de piano y también hacía reuniones con sus amigos y daba conciertos. Está en un callejón cerca de El calor era agobiante. Me comí unas salchichas, volví al hotel a descansar y me quedé dormida. Hubiera podido ver más cosas y caminar más si la temperatura fuera más amigable.
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