Domingo 28/7/2013. Decidí irme a Bratislava en ómnibus y volver en
barco. No llegaba a tomar el barco de las 9 y el siguiente salía 12,30.
Este perro esperaba el metro en el andén como yo:
Subí en Stephansplatz, me bajé en Erdberg y fui a comprar el ticket. El ómnibus estaba en la puerta con el motor encendido. La chica de la taquilla me dijo que le fuera a avisar que me esperara. Fui y le avisé, me debe haber entendido porque me esperó hasta que volví con mi boleto, y ahí arrancó.
Cuando llegó, seguí a la gente y ahí nomás estaba la ciudad. En la plaza principal tomé un trencito eléctrico que dio una vuelta por las callecitas angostas, la única puerta que quedó de la muralla, y los palacios e iglesias. Es muy chiquito el centro histórico y había muchos turistas.
Este monumento y el dibujo de la pared recuerdan la sinagoga que estaba allí y que fue destruida durante la guerra:
Este perro esperaba el metro en el andén como yo:
Tardó una hora en llegar a Bratislava, y pasó por el aeropuerto de Viena, donde subió gente.
En el camino se ven algunas sierras, sembrados y molinos de viento.
Cuando llegó, seguí a la gente y ahí nomás estaba la ciudad. En la plaza principal tomé un trencito eléctrico que dio una vuelta por las callecitas angostas, la única puerta que quedó de la muralla, y los palacios e iglesias. Es muy chiquito el centro histórico y había muchos turistas.
Esto es lo único que queda de la muralla que tenía la ciudad en la edad media:
Esta es la Puerta de San Miguel, la única que sobrevive de las cuatro que había:
Cuando terminó la vuelta caminé por la ciudad. Ví varias estatuas en
las calles.
Sólo compré agua, una gaseosa y un helado, y valían mucho menos que
en Viena. El clima en Bratislava era menos agobiante, había brisa.
Pregunté para qué lado estaba el Danubio y caminé hacia allá.
Me
compré el ticket y a las 14,30 salió, navegando por el Danubio volví a Viena.
Decían que la cabina tenía aire acondicionado, pero estos países no tienen
cultura de clima tropical, lo que había era circulación de aire caliente y el
ambiente era insoportable, no se podía respirar. En un momento salí a la
cubierta y no había diferencia. No era sólo yo que lo sentía, la gente se
abanicaba.
Estaban dragando el Danubio:
Cuando bajé en el puerto enseguida me ubiqué cómo llegar a
Stephansplatz. Comí pizza en un puesto de la calle. La porción era gigante, no
la pude terminar. Era muy rica, casi todo queso, la masa era muy finita.
Más tarde volví a salir, y me compré un helado de manzana y una gaseosa. En Stephansplatz había árabes con banderas reclamando libertad:
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