jueves, 31 de enero de 2013

VIAJE A INDIA, NEPAL Y TIBET - LHASA


Lunes 28/1/2013. Un desayuno horrible en el Kyichu Hotel. Nos sirvieron el café en tazas heladas, quedó tibio, al rato trajeron dos tostadas, un poco de manteca y dulce para cada una, y al rato otro café.
En el lobby, que no tiene calefacción, y donde los empleados trabajan con campera, nos estaba esperando Ngawang. Allí hay una estatua de un Buda muy contento, Ngawang me dijo que es el “smiling Buda”.


Salimos en la camioneta hacia el Palacio Potala, construído en el siglo XVII por el quinto Dalai Lama. Domina la ciudad de Lhasa y tiene 1000 habitaciones, de las cuales se visitan unas pocas.


En la calle que rodea al Palacio, muchísima gente caminando. Ngawang nos explicó que bordean el Palacio como ejercicio físico y espiritual, porque es un sitio sagrado. La caminata les lleva unas dos horas y la hacen recitando mantras y agitando unos cilindros que se llaman  praywheel (rueda para rezar). .
Empezamos a subir escaleras. Subí muy despacio, no me olvidaba que estábamos a 3800 metros sobre el nivel del mar y había poco oxígeno. Las escaleras eran interminables, la parte abierta al público son los últimos pisos. Muchísima gente, pero éramos las únicas occidentales, y nos miraban raro.





Llegamos a un patio, compramos agua para reponernos y seguimos subiendo escaleras. Cuando llegamos arriba, Ngawang me dijo que eran unos 375 escalones.
El Palacio tiene dos partes: la blanca y la roja. En la primera estaban las oficinas administrativas y en la segunda el monasterio. Primero entramos a la parte blanca, y pasamos por la Sala de las Bendiciones, donde la gente deja los chales blancos y los billetes de yuan como ofrenda, la Sala de Recepción, donde el Dalai Lama recibía a los extranjeros, la Sala de Meditación y la Sala de Estudio. Aquí vivía el Dalai Lama hasta la ocupación china en 1959.
Todas las salas oscuras, con olor a incienso y mucha gente, que camina recitando mantras.
Luego estuvimos en la parte roja, vimos los monjes y los lugares donde la gente reza, en algunos casos tirándose por completo al suelo y quedando acostados boca abajo.
Los monjes son amigables y se dejan sacar fotos:


En total estuvimos dos horas en el Palacio y bajamos otra vez las interminables escaleras, saliendo a la parte de atrás. Ni bien salimos nos atacaron los vendedores ambulantes.
Así se ve Lhasa bajando por la parte de atrás del Palacio de Potala. Allí hay un estanque parcialmente congelado:



Encontramos allí cerca la camioneta y Ngawang nos dijo que venía con nosotros al hotel para comprobar que las habitaciones estuvieran calefaccionadas, y así lo hizo. 
Aquí estoy con Ngawang:


Después nos acompañó a un restaurante cercano y nos dijo que volvía a buscarnos a las tres de la tarde.
Comimos papas con queso derretido y pollo con papas fritas. De postre pedimos unos panqueques que eran como unas tortillas gruesas. 


Cuando nos vino a buscar Ngawang me di cuenta de que por primera vez en este viaje una comida me había caido mal. Además debe influir la altura y el cansancio por tantos días viajando.
Caminando, porque estaba muy cerca, fuimos al Templo Budista Jokhang. Frente al templo, decenas de personas se tiraban al piso una y otra vez. Ngawang nos explicó que hacían 10.000 de esos movimientos por mes (llevaban en el dedo un contador) como ofrenda a Buda y gimnasia. Con las manos en posición de oración, se tocaban la cabeza, la garganta y el pecho, después flexionaban las rodillas y se acostaban en el suelo boca abajo, se levantaban y volvían a empezar. Para entrar al Templo tuvimos que sortear las colchonetas de los fieles/gimnastas.


En cuanto entramos al Templo sentí el olor a incienso y se me revolvió el estómago. Le pregunté a Ngawang si adentro era muy fuerte ese olor porque me hacía mal y me contestó que sí, así que me quedé en el patio mientras lo recorrían. Vino a buscarme para ir a la terraza al aire libre, allí había aire puro.
Desde la terraza se veía la ciudad y el Palacio de Potala. Bajamos del Templo (este también tenía escaleras bastante feas sobre todo para bajar) y fuimos al mercado justo enfrente. Compré algunas chafalonías, entre ellas un rosario tibetano, y decidí volverme al hotel. Había mucha cantidad de gente paseando y comprando y las multitudes siempre me agobian. Se acerca el año nuevo chino, a principios de febrero, y mucha gente compra regalos.
Esta cosa tan extraña que vendían en el mercado me dijo Ngawang que era queso:


Me volví al hotel, que estaba a dos cuadras. Mirta, Elba y Cristina se quedaron en el mercado. Tomé agua, me acosté y me quedé dormida. Hoy no voy a comer nada, mañana emprendemos el regreso y tenemos entre vuelos y esperas en los aeropuertos casi dos días.
Aquí en el hotel Kyichu tengo Internet en la habitación pero no puedo acceder al blog. Ngawang me confirmó que el gobierno chino bloquea muchas páginas occidentales.

VIAJE A INDIA, NEPAL Y TIBET - DE SHIGATSE A LHASA


Domingo 27/1/2013. A las siete menos cuarto de la mañana quise bañarme y lavarme el pelo, pero el agua salía fría. Llamé a la recepción y me dijeron que tenía que esperar 15 ó 20 minutos. Incluso mandaron una chinita a ayudarme, pero el agua nunca salió bien caliente.
Tomamos un desayuno feo, café con tostadas, manteca y mermelada. Nos ofrecieron huevos y verduras, que no comimos.
A las nueve y cuarto fuimos a visitar el monasterio budista de Shigatse que es el Tashilunpo Monastery, construido por el primer Dalai Lama en el siglo XV y donde viven actualmente 700 monjes. Allí hay capillas con estatuas de Buda y sus reencarnaciones, fotos de los Lamas, fuentes con tsampa, que es el alimento base de los tibetanos y tiene aspecto de harina. Lo probé y no tiene gusto a nada. Los tibetanos le agregan azúcar, verduras o queso y hacen bolitas que comen con la mano.
En un mueble de metal había muchas lapiceras: los estudiantes las dejan allí y después pasan a buscarlas para escribir sus exámenes, porque ya están bendecidas por haber estado en el monasterio. En la entrada hay una campana, como en los templos hindúes, y nos explicó nuestro guía Ngawang que los que entran la tocan en señal de respeto, y para pedir permiso para entrar.




En una pared, muchas figuras de una persona sentada con las piernas cruzadas y con diferentes gestos de las manos: la mano derecha sobre la izquierda con las palmas hacia abajo para meditar, con la mano derecha tocando el suelo para protección contra volcanes y terremotos, y otras que no retuve.


Dentro de las capillas había que pagar entre 75 y 125 yuanes para sacar fotos. Un dólar  vale casi 6 yuanes, o sea que es equivalente a nuestro peso.
Había mucha gente en las capillas, pero nosotras éramos las únicas extranjeras. Ngawang nos dijo que la gente suele venir al monasterio una vez por semana.
Entramos a dos o tres capillas y a un salón de oraciones donde se reúnen los monjes, y después salimos a una terraza. Allí hay una gran pared blanca donde se despliegan figuras de las distintas reencarnaciones de Buda cuando hay fiestas.


Un monje salió a la terraza, se acercó a unos arbustos y se arrodilló o se puso en cuclillas. Le pregunté a Ngawang si estaba rezando y me dijo que estaba haciendo pis.
En las capillas había billetes que dejaban los fieles como ofrenda para el monasterio. Observé que no eran los yuanes que nosotros tenemos. Ngawang nos explicó que son billetes de 10 centavos. No tienen la figura de Mao como los demás sino dos imágenes: un agricultor y un oficinista: China es comunista y eso significa que todos son iguales.


Ngawang nos explicó cada uno de los símbolos. Ayer era bastante parco pero hoy lo encontramos muy entusiasmado en explicarnos sobre el monasterio, él es budista y muy convencido, siempre tiene su rosario tibetano en la mano y me dijo que recita el mantra que suena algo así como “omanaprednejun”.
Mirta dice que en las capillas hay muy feo olor, yo por suerte no tengo olfato.
Cuando salimos del Monasterio fuimos hasta la playa de estacionamiento para subir a la camioneta y había un baño. No lo usé pero le saqué fotos, nunca en mi vida vi uno tan sucio y tan precario.



Seguimos hacia Lhasa, la capital del Tibet. Está a 280 km de Shigatse, pero tardamos muchas horas por los controles de velocidad. La Friendship Highway es una carretera en muy buen estado y con muchas curvas. Atravesamos la cadena del Himalaya, así que subimos y bajamos montañas todo el tiempo.
Paramos en un pueblo y Ngawang nos mostró una fábrica de tsampa, que es como una molienda de harina. Mucho frío.


Pasamos por lagos color turquesa parcialmente congelados, y glaciares y vimos yaks, un mamífero que sólo vive en el Tibet. El paisaje es imponente y en los pasos altos hay mucho viento.





Paramos a comer en una ciudad llamada Lenghazi. En la camioneta estábamos bien, pero en la calle hacía mucho frío. Entramos en un restaurant y yo comí cerdo, y las chicas pollo y arroz. El cerdo estaba cortado en láminas muy finas y frío, pero era realmente exquisito. Tomamos cerveza tibetana marca Lhasa.



Seguimos viaje y apareció entre las montañas el Lago Yamdrok, sagrado para los tibetanos, enorme y hermoso.


Al acercarnos a Lhasa pasamos tres túneles entre las montañas, los primeros que veo en este viaje. 


La ciudad me sorprendió por los edificios modernos con la típica arquitectura tibetana de techos planos y ventanas cuadradas y por las avenidas anchas. 


Llegamos al Hotel Kyichu, que está en el centro. Es un edificio enorme con un patio. Nos dieron los cuartos y dijeron que había calefacción por losa radiante. La temperatura fue subiendo muy lentamente. En el lobby hacía un frío espantoso y los empleados trabajaban con camperas puestas.
Mirta y Cristina salieron a comprar frutas secas y otra lata de carne de cerdo y tomamos café. A las 8 es de noche, no conocemos la ciudad y hace un frío horrible, así que no teníamos ganas de salir.
Ayer y hoy pude acceder a Internet, leer mails y diarios de Argentina, pero no me deja entrar a mi blog, evidentemente hay alguna restricción en China que no conozco, mis lectores deberán esperar a que vuelva a casa.

VIAJE A INDIA, NEPAL Y TIBET - DE ZHANGMU A SHIGATSE


Sábado 26/1/2013. A las 8 de la mañana salimos de Zhangmu para el norte. Era de noche y hacía un frío demencial. En nuestro cuarto del hotel, antes de salir, tomamos café con galletitas.
Subimos la montaña. De noche, en camino de cornisa, nieve y hielo por todos lados. 




Mis compañeras de viaje estaban aterradas, yo no porque soy más audaz, me gustan las experiencias extremas y estoy convencida de que nada malo me va a ocurrir mientras estoy de viaje. Adentro de la camioneta, que es una Toyota Land Cruiser, hacía tanto frío como afuera. Hielo en los vidrios, del lado de adentro!
Después de dos horas y media paramos en un lugar muy precario que pretendía ser un bar: un fogón en el medio, mesas a los lados, humo y suciedad. Nuestro guía Ngawang había traído agua en un termo y nos hizo café con leche instantáneo. Era horrible, estaba tibio y odio la leche, pero no estaba en condiciones de hacerme la exquisita. Cristina y Mirta se sentaron frente al fogón, yo caminé entre las mesas para entrar en calor. Ngawang también nos dio rodajas de pan de molde. La puerta del local era de chapa y no cerraba bien.


Aquí están Elba y Mirta en el "bar". Sus caras lo dicen todo:


El conductor y Ngawang comieron un potaje de arroz y fideos y nos ofrecieron, pero dijimos que no.


Seguimos viaje. Bordeamos un río congelado y vimos a lo lejos … el Everest!!!! Un privilegio.


En un pueblo llamado Dingre paramos a descansar. Eran ya como las dos de la tarde y no hacía tanto frío. Ngawang nos contó que él nació cerca de allí. En las casas no hay agua corriente, la van a buscar al río, y ni pensar en calefacción, salvo hacer un fueguito. Queríamos ir al baño y usamos el de un restaurant: un agujero en el piso y puerta de chapa que no cerraba bien. Nos paramos al sol radiante y un hombre pasó en un auto y nos sacó una foto: supongo que porque Cristina, Elba y yo estábamos fumando a 5000 metros de altura. En Kathmandú compramos Diamox contra el mal de altura pero prácticamente no nos ha afectado, yo sólo tomé una la noche anterior de salir para el Tibet. Hoy tuve un poco de dolor de cabeza que me curé con Ibupirac 600.
En semejante paisaje desértico, entre las montañas más altas del mundo y sin un solo arbol a la vista hay paneles solares: Ngawang nos explicó que son antenas de telefonía celular y debe ser cierto, porque hay señal, entran mails y mensajes.
Las distancias no son tan grandes, pero hay control de velocidad en la ruta hacia Lhasa, que se llama Friendship Highway, que tiene 5000 km de extensión y que va desde la frontera con Nepal hasta Shangai. El control de velocidad lo hacen por medio de un cupón que van sellando en cada checkpoint –que hay muchos-. No se puede ir a más de 40 km por hora, y si ven que están adelantados paran en el costado de la ruta a hacer tiempo. En algunos de los checkpoints Ngawang debía mostrar nuestras visas y pasaportes. En uno de ellos incluso abrieron dos de las valijas.
En los pasos más altos del camino hay banderas de colores y se indica la altura. Pasamos por uno de 5248 metros. 


Los tibetanos cuelgan en los techos de las casas y en los pasos altos banderas de color azul (cielo), blanco (nubes), rojo (fuego), verde (agua) y amarillo (tierra) para hacer peticiones y tener suerte, una vez por año. Ngawang habla tibetano, chino, inglés que aprendió en India y algo de hindi. Tiene 42 años, aunque parece mucho más, vive en Lhasa con su esposa y tiene un solo hijo de 16 años. El habla inglés muy claro y yo traduzco.
A las tres y media de la tarde paramos a comer en una ciudad llamada Lhtse. Era un restaurante típico chino con menú en chino y en inglés. En la pared del restaurante estaba colgado este curioso planisferio:


Yo comí pollo con papas y vegetales, Elba y Cristina papas con carne y Mirta sándwich de huevo con papas. El pollo estaba muy rico pero algo grasoso, cocido en pedacitos. Tomamos coca cola china.




Seguimos viaje y a las 6 y media de la tarde llegamos a Shigatse, al Hotel Manasarovar. Aquí había splits. Está en una avenida muy ancha pero casi todos los negocios estaban cerrados. En un pequeño supermercado donde no hablaban una palabra de inglés compramos almendras, papas fritas y galletitas.
En el hotel había wifi pero la conexión no era buena, pude ver los mails y leer diarios, pero no entrar al blog. Después me enteré que el gobierno chino bloquea los blogs. Para conectarme tuve que bajar al lobby. La puerta del hotel es de tela!! Mucho frío, los empleados trabajan con campera y bufanda.
Bajo las dos mantas que teníamos estaba calentito, pero el split no alcanzaba a calefaccionar el cuarto.

VIAJE A INDIA, NEPAL Y TIBET - DE KATHMANDU A ZHANGMU


Viernes 25/1/2013. Desayunamos a las 6 de la mañana y a las 7 ya estaban la camioneta, Gokul y su socio, listos para partir a la frontera. Cargaron todas las valijas en el portaequipajes. El camino es bueno en general, de montaña, pero hay algunas partes donde es irregular, y otras donde es realmente malo. El paisaje, maravilloso, la cadena del Himalaya, las montañas más altas del mundo.
A las 10,30 paramos en un lugar para ir al baño y descansar. Mirando hacia arriba se ve gente haciendo trekking. Debajo del camino se veía un río de montaña con piedras y mucha corriente. No hacía frío. Aquí están Gokul y su socio:


Al mediodía llegamos a la frontera del lado de Nepal. La camioneta no puede pasar a China. Cuando estacionó, varias personas, entre ellas una mujer con un bebé en brazos, se pararon a los costados. No pedían plata ni nos hablaban. Después comprendí, cuando el chofer empezó a bajar las valijas del portaequipajes: querían llevarlos para ganar propinas. 


A China había que pasar caminando. Una de nuestras valijas la llevó –increíblemente colgada de la cabeza- la chica con el bebé. Me resultó muy chocante, y cuando pasamos del otro lado de la frontera le di todas las rupias nepalíes que me quedaban. 


Pasamos la oficina de migraciones de Nepal, cruzamos un puente y entramos caminando en China. Allí arriba en la montaña se veía Zhangmu, el pueblo de frontera donde dormimos hoy. Le saqué una foto y me vinieron a retar, no se podía.


Para entrar en la oficina de migraciones china tuvimos que esperar a nuestro guía, que es un tibetano y responsable por nuestro comportamiento en el país. Abrieron todas las valijas. A Mirta le quisieron sacar los remedios, se puso muy mal y gritaba que era una “old lady” y que los necesitaba. Llamaron a un jefe y finalmente se los dejaron. A Cristina le sacaron un CD de música tibetana, al parecer lo asociaron con el Dalai Lama, que está prohibido en China.
Tomamos un taxi allí mismo que nos dejó cerca del hotel. Gokul, su socio, nuestro guía tibetano que afortunadamente habla muy claro inglés, y nosotras cuatro. Por alguna razón que no comprendí todavía tuvimos que caminar unos 200 ó 300 metros en subida hasta que llegamos. En la puerta estaba estacionada nuestra camioneta y cabía todo el equipaje! Gokul y su socio esperaron hasta que estuvimos instaladas en el hotel para volver a Kathmandú, se portaron muy bien con nosotras.
Todo el procedimiento fue sorprendente y muy estresante pero salió bien. Esta es una aldea de montaña muy bonita. El hotel Zhangmu es lindo y cómodo, salvo que hacía mucho frío y no había calefacción ni Internet.



Este es el Hotel Zhangmu, con puerta de tela, con el frío que hacía!!!


Salimos a caminar por el pueblo, que tiene una sola calle. Había muchos negocios y ningún occidental, nos miraban como si fuéramos extraterrestres. 



Entramos en un supermercado y compramos galletitas, agua, chocolates y una lata que era como viandada de cerdo, que resultó muy rica. 


Hay restaurantes, pero con comida china y con palitos, ni pensarlo. En los cuartos había pava eléctrica, así que improvisamos una cena frugal.
Pagamos con yuanes, la moneda china, que conseguimos en Kathmandu. Un dolar vale 6 yuanes, o sea que acá las cuentas eran fáciles; un yuan es equivalente a un peso argentino. En todos los billetes está Mao. Tibet es parte de China desde 1959.



Caminando por la única calle nos encontramos con nuestro guía, con el rosario tibetano en la mano. Le pregunté si estaba rezando y me dijo que sí.
Nos dijeron que a partir de las 6,30 de la tarde había agua caliente y era verdad. Las barilochenses me volvieron a sorprender: tenían más frío que yo. Me senté a escribir envuelta en la frazada.


Esta es la vista de Zhangmu desde la ventana del cuarto: