Martes 26/7/2011. Salimos temprano de Riga y a las 10 hs. llegamos al Palacio de Rundale, en la misma Letonia, de estilo barroco, que está reconstruido en ladrillo, y dicen que es el Versalles letón. Bastante decepcionante, y hecho para el turismo. El original fue construido en el siglo XVIII por un barón alemán. Hay muebles antiguos y un jardín muy bonito de estilo francés.
En Lituania paramos en un santuario donde hay más de 100.000 cruces, que es un símbolo de la resistencia lituana. Desde el siglo XIV, época de las primeras revueltas contra los caballeros teutónicos, la gente clava cruces allí. Allí mismo hay tiendas que las venden. Los soviéticos la quemaron en varias ocasiones y tiraban desechos, pero la gente seguía plantando cruces.
Muy cerca de allí paramos a comer en la ciudad de Siaulai, que es la segunda ciudad del país y fue destruida en la Segunda Guerra Mundial. Tomé una copa de vino tinto muy rico. Hacía mucho calor. Estábamos a 213 km de Vilnius, la capital de Lituania.
Cuando llegamos al hotel nos dimos cuenta de que habíamos olvidado el adaptador eléctrico en Riga. Preguntamos en el hotel dónde conseguir otro, y nos dijeron que sólo en un shopping fuera del centro, y que había que ir en taxi. Preguntamos cuanto iba a salir el viaje y la chica de recepción nos dijo 20 litas (que son unos $ 38).
Pedimos el taxi en el hotel. Al subir, apagó el taxímetro. Le preguntamos cuanto salía el viaje y nos contestó que 30 litas. Le pedimos que prendiera el taxímetro y así lo hizo, y en el camino lo miraba insistentemente. Seguramente hizo el camino más largo que pudo, aprovechando nuestro desconocimiento de la ciudad y al llegar marcaba 26 litas.
Entramos al shopping, que era algo así como un Easy, y preguntamos por el adaptador. Encontramos uno, pero tenía una protección y el enchufe quedaba adentro, y no íbamos a poder poner los artefactos. Lo compramos y Bruni tomó prestada una tenaza de la góndola respectiva, y le sacó toda la corona de alrededor.
Salimos del shopping y preguntamos donde conseguir un taxi para volver. En la playa de estacionamiento había una parada. Subimos a un BMW negro y prendió el taxímetro ni bien subimos. Estaba abajo, a la altura de la palanca de cambios. En un momento ví el importe y decía 8,40, pero después no podía ver el taxímetro porque el taxista, que tenía un brazo muy grueso, lo tapaba. La siguiente vez que pude verlo decía 38 litas, y sospechamos que lo modificó a mano. Bruni me dijo que me bajara que le iba a pagar 25 litas. La situación fue muy violenta, el hombre protestó, nos metimos en el hotel y pensamos que se iba a bajar, pero no lo hizo. Después, ya en el cuarto, tuvimos miedo de salir por si la mafia rusa nos estaba esperando para matarnos. Los taxistas en esta ciudad son todos delincuentes, a una chica del grupo un taxista le dio de vuelto un billete ruso sin valor. Nos arreglamos con algunas papas fritas del mini bar y unas tabletas de chocolate que teníamos.
Después del calor agobiante del día llovió mucho. El baño del hotel tiene calefacción central y dicen que no pueden apagarla. O sea que tenemos sauna propio. Estos países no están preparados para el calor, en este hotel no hay aire acondicionado sino sólo un climatizador, que es como un fan. Pero la lluvia hizo bajar la temperatura, por suerte.
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