Domingo 2/10/2011. Tenía que estar lista 7,30 porque me pasaban a buscar para llevarme al aeropuerto. Imposible irme a dormir sin bañarme, el calor durante la travesía había sido espantoso. Y antes de irme, quería desquitarme con la empleada de la agencia, que tiene un escritorio en el lobby del mismo Hotel Paitilla. Decidi no dormir.
Me bañé y me lavé el pelo, comí algo del minibar y me hice un café, y preparé la valija. A las 5 estaba lista. Me senté en el sillón y me quedé dormida, pero me desperté 6,30. Llovia mucho. Bajé, recuperé los 10 dolares después de decirle a la empleada de la agencia todo lo que merecia, que iba a ponerme en contacto con la autoridad de turismo de Panamá y que los iba a denunciar en tripadvisor por chantas.
Pagué la cuenta, desayuné y a las 7,30 me vinieron a buscar para llevarme al aeropuerto. Ya no llovía.
Me puse en la fila del check in de Copa. Detrás de mí había un gigante, un hombre mucho más alto que yo y muy robusto. No se si le bajó la presión o qué le pasaba, pero se cayó redondo al piso. Lo ayudaron a levantarse y pareció recuperado, pero unos minutos después intuitivamente lo miré, tenía los ojos cerrados y se estaba por caer otra vez arriba mío. Grité SE CAE!! y lo sostuvieron entre varios, y un hombre de seguridad trajo una silla de ruedas y se lo llevó.
El avión a Cartagena salió 10 minutos tarde. Cuando recién estaba levantando vuelo, empezó a caer agua helada del compartimiento del aire. Creo que fue a mí sola, porque la azafata se levantó de su asiento especialmente para traerme servilletas de papel y pedirme disculpas.
No me pasó ningún otro percance. En una hora el avión llegó a Cartagena y me estaban esperando. Hay un banco en el aeropuerto y cambié algunos dolares por pesos colombianos.
El aeropuerto está muy cerca de la ciudad y hay mucha gente en las playas porque hoy es domingo. El Hotel Monterrey es un sueño: mucho menos lujoso que el Plaza Paitilla de Panamá, pero es un edificio antiguo reciclado de los que a mi me fascinan, con patios interiores llenos de plantas, terraza con vistas a la ciudad, aberturas de madera de medio punto, Internet y aire acondicionado, imprescindible. El desayuno se toma en el patio de la planta baja. La recepcionista está sentada dentro de un mueble de madera antiquísimo.
Este es el Hotel Monterrey:
El calor también aquí es inhumano. Salí a caminar a las 2 de la tarde, aquí nomás está la muralla, la catedral y la plaza de San Pedro Claver. Hay muchas casas coloniales y vendedores ambulantes. También mucha policía. Tenía estos lugares en mente porque antes de venir releí El amor en los tiempos del cólera, de García Marquez, que transcurre casi integramente en esta ciudad. Esperaba encontrar en café o un bar con aire acondicionado, pero no lo encontré. Tomé una gaseosa en un bar sin puertas y volví al hotel a ducharme y a descansar. Las iglesias abren a las 17,30, según me dijo un policía.
Como el día anterior casi no había dormido, decidí comer algo y acostarme temprano. A las 6,30 subi a la terraza del hotel, donde hay un bar con mesas y la piscina. El hotel está a dos cuadras de la Torre del Reloj, que iluminan de noche. Desde allí arriba hay una hermosa vista, y el clima estaba mucho más agradable a esa hora. Comí un sándwich y tomé una cerveza colombiana y a las 7 estaba durmiendo. Dormí 12 horas seguidas.
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