Sábado 1/10/2011. Me había
bañado la noche anterior y puse el despertador 5,45 para desayunar tranquila
6,30 porque a las 7,30 me venían a buscar para hacer la travesía en barco por
el canal de Panamá.
A las 5,50 sonó el teléfono
y un hombre de la agencia me dijo que ya estaba abajo para salir a las 6. Tuve
que acelerar los trámites y salir en ayunas. Mis aventuras del día recién
empezaban.
Me dejó en el muelle de la
isla Naos, en la zona de Amador, a las 6,15. El barco salió a las 8! O sea que
estuve ahí en ayunas 1,45 horas.
Subimos al barco, éramos
casi 100 personas, más o menos la mitad hacía el tránsito parcial hasta Gamboa,
y el resto íbamos a Colon, sobre el Atlántico.
Un gordo pelado de nombre
Juan Carlos era el guía, dejaba bastante que desear en su función.
Pasamos por la exclusas de
Miraflores, esta vez desde el agua. Hoy descubrí que no es una vía de ida y otra
de vuelta, como yo pensaba, sino que usan cada vía como necesitan en el
momento, cuando pasamos las exclusas en las dos vías había barcos hacia el
Atlántico. Se ubican los barcos en el canal, se cierran las compuertas y se
llena el canal de agua, los barcos van subiendo a medida que sube el nivel.
Cuando el agua llega al nivel de la siguiente pileta, se abren las compuertas y
el barco avanza.
En el barco sirvieron
desayuno bastante completo, y almuerzo a partir de las once. Había carne, pollo,
papas al horno y ensaladas y de postre muffins de jengibre, piña cortada en
pedazos y bananas. Tenedor libre, y canilla libre de agua y gaseosas, café y
té.
Pasamos por el Puente de
las Américas que es el último tramo de la Panamericana que
empieza en Alaska.
Una vez que pasamos las dos
exclusas de Miraflores, ingresamos al lago Miraflores, que forma parte del
sistema hídrico del canal, y es producto del cambio del cauce del río Chagres
que hicieron los yanquis a principios del siglo XX. Allí cerca hoy otro puente
que se llama Centenario, y que es de 1903, en que se cumplieron 100 años desde
que Panamá se independizó de Colombia.
A las 16,30 el barco ancló
en el lago Gatun, a 1000 metros de las exclusas de Gatun (de ahí se sale al
Atlántico, que allí se llama Mar Caribe) y Juan Carlos anunció que le habían
informado las autoridades del Canal que nuestro barco tenía turno a las 19
horas. El práctico del Canal que se había hecho cargo del barco se bajó –lo
vino a buscar un bote- y no quedaba más que comer y esperar.
Estaba muy nublado y
lloviznaba. Hay mucho movimiento en el canal, muchos barcos anclados esperando
para pasar.
Un hombre se sentía mal,
era de un grupo de hombres franceses, eran cinco o seis, y sólo uno de ellos
hablaba español, y no era el enfermo. El hombre estaba parado en la popa,
sujeto a una baranda, y se negaba a sentarse y a acostarse, como le
aconsejaban. También se negaba a que llamaran a la ambulancia.
En un momento uno de sus
compañeros lo acompañó al baño y se escuchaban gritos desgarradores.
En el barco también había
tres hermanas mexicanas con la madre y el marido de una de ellas. Varias veces
durante la espera bailaron y cantaron. Una de las mexicanas le decía al único
de los franceses que entendía español que era mejor que a su compañero lo viera
un médico, porque podía ser apendicitis, podía reventar el apéndice, y después
tenían que operarlo y sacarle todos los órganos afuera para limpiarlos. El
francés en ese momento hubiera querido no entender lo que estaba oyendo.
Finalmente el francés
testarudo aceptó que llamaran a la ambulancia. Desde el momento en que la
llamaron hasta que llegó el bote con la policía y el médico, debe haber pasado
fácilmente una hora. Incomprensible cómo, si sólo podía caminar sostenido por
uno de sus amigos a cada lado y a pequeños pasos, pudo pasar al bote que se
acercó al nuestro. Pero lo hizo y se fueron.
Del Canal habían avisado
que nuestro paso por las exclusas iba a ser a las 19,30 y no a las 19, pero
había que esperar al práctico, porque sin él ningún barco puede atravesar el
canal, y llegó cerca de las 8. Una vez que levantaron el ancla y avanzamos
hacia la primera exclusa el proceso fue rápido, porque acá es inverso, sacan el
agua de los canales para que baje el nivel, y hay tres tramos. Los canales son
bastante más anchos que en Miraflores.
Después de salir todavía
quedaba una hora más de navegación hasta llegar al muelle de Colón donde
desembarcariamos. Allí nos estaban esperando dos buses. Le pregunté a Juan
Carlos donde nos iban a dejar y me contestó que en el mismo lugar del cual
habíamos salido, y que era responsabilidad de la agencia contratada ir a
buscarnos allí.
Todo ese proceso, el pasaje
por las exclusas de Gatun, la hora de navegación hasta el muelle, el desembarco,
y la vuelta en bus a Panamá tomó varias horas, porque llegamos a la zona de
Amador a las 2 menos 10 de la mañana (nada menos que 20 horas). En Amador había
varios buses, pero no el de mi agencia, y un montón de chicos jóvenes que
venían de una fiesta en un barco. No podía creer que me hubieran dejado
abandonada a las 2 de la mañana en una ciudad casi desconocida. En ese lugar,
que supongo que es una dependencia del puerto, había un guardia armado
(ametralladora, escopeta o algo por el estilo). Le conté lo que me pasaba y le
pedí ayuda. Le pregunté cómo podía conseguir un taxi. Desde su celular llamó a
varios pero ninguno le contestó. Me dijo que por la calzada de Amador pasaban
taxis y me acompañó 200 metros hasta allí. Sólo pasaban autos particulares,
pedí un milagro y apareció un taxi después de unos 20 minutos. El taxista tenía
ciertos delirios místicos, y me dijo que se llamaba Daniel como el profeta, y
que siempre aparecía cuando la gente lo necesitaba. Su misticismo no le impidió
cobrarme 10 dolares por el viaje, pero yo no estaba en condiciones de discutir
el precio. Llegué al hotel 2 y 20 de la mañana.
Muy completa tu crónica de tus viajes a Panama y el cruce del canal de la Mancha
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