Jueves 22/1/2015. Me
desperté temprano y otra vez desayuné muy rico, café con tostadas y papaya.
Volví a mi cuarto a
preparar mi equipaje y a conectarme a Internet para leer los diarios. Desde el
lunes 19 este viaje ya no fue igual, lo que está pasando en Argentina es muy
grave y me tiene preocupada.
A las 9,30 tomé un taxi para
ir a la Terminal
de ADO, compré el ticket para ir a Tuxtla Gutierrez y en cinco minutos salió.
Era menos de una hora de
viaje. Cuando estábamos entrando en la ciudad y frente al cartel “Bienvenido a
Tuxtla Gutierrez” el ómnibus paró. Había una protesta de maestros cortando
ambas manos de la carretera. Como para no extrañar mi terruño.
El guarda bajó a hablar
con un policía, volvió y dijo que el ómnibus se quedaba allí hasta que se
levantara la protesta y que quien quisiera bajarse podía hacerlo.
El conductor me dijo que
si caminaba 200 metros por la carretera iba a poder tomar un taxi al centro, y
me sugirió que vaya con una chica mexicana que venía en el bus y que ya le
había pedido su valija. Le pregunté si podía ir con ella y me dijo que sí. Yo
no tenía miedo, pero ella podía orientarme para encontrar un taxi.
Caminamos las dos con
nuestras valijas entre los manifestantes sin ningún problema, pero el sol era
abrasador y hacía mucho calor, eran las 11 de la mañana.
Llegamos a una calle
donde ella encontró a su novio que la había ido a buscar, y les pedí que me
dejaran en algún lugar donde pudiera tomar un taxi, pero insistieron en
llevarme en su camioneta hasta la puerta misma de mi hotel!! Les agradecí mucho
y les di mis datos para cuando vengan a Buenos Aires.
Tuxtla Gutierrez es la
capital del estado de Chiapas y es una ciudad inmensa.
Pregunté en el hotel de
donde salía el tranvía turístico “El Tuxtlequito” y me indicaron cómo llegar
hasta la Plaza
de la Marimba ,
a unas seis cuadras de allí.
El Tuxtlequito sólo
funciona en verano. Había otro tranvía para ir a los miradores del Cañón del
Sumidero, pero para salir tenía que haber tres interesados por lo menos, y sólo
estaba yo.
Le dije al hombre que
atendía allí que iba a comer algo y que volvía más tarde. Enfrente a la Plaza de la Marimba había un bar con
aire acondicionado, donde comí una milanesa de cerdo y tomé un licuado de
papaya exquisito.
Volví al trencito pero el
hombre me dijo que no había interesados y me ofreció ir mañana a la mañana, y
pasar a buscarme por mi hotel. Acepté, hice la reserva, y me fui caminando por la Avenida Central hasta el
Zócalo.
En el camino compré un
par de sandalias y otro de zapatillas, ambas de color fucsia, que a los
mexicanos les encanta y a mi también. Entre los dos pares gasté menos de $ 200.
Son muy baratos los zapatos aquí.
También entré en un
supermercado, pero no encontré cosas curiosas. Compré té de Jamaica para mi
hijo Gareth y un frasquito de sal con ajo para mi hijo Eric.
El zócalo no es bonito,
lo único que llama la atención es la iglesia inmaculadamente blanca.
En el
Zócalo había grupos con carteles reclamando educación laica y gratuita y la
aparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Hay clima de protesta en la
ciudad.
Tuve que preguntar para
volver a encontrar mi hotel. Las calles tienen número y el agregado de su
ubicación con respecto a la
Avenida Central , el hotel está en la tercera Avenida Sur y
cuarta Poniente, y eran demasiados datos para procesar. Llegué muerta de calor
y me encerré en mi habitación con aire acondicionado.
Más tarde, cerca de las
7, salí y comí “gorditas”, que son algo así como panqueques rellenos con
cochinita pibil, que es cerdo guisado, muy cocido y deshilachado.
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