Salí a caminar con mi
mapa y llegué a la Plaza
de la Liberación. De
un lado de la plaza está el Teatro Degollado y del otro, la Catedral.
Caminando por el Centro
Histórico encontré muchas plazas.
Busqué el bus turístico,
pero encontré un trencito. Era muy temprano, más tarde vi el Turibus.
Solamente éramos tres
pasajeros, un hombre con su nieto y yo. Recorrimos la ciudad, la avenida donde
están los palacetes estilo francés de la época de Porfirio Diaz y vimos varios
monumentos.
Guadalajara es la segunda
ciudad de México y no se parece a las que vi últimamente, es una ciudad
moderna, aunque tiene edificios antiguos.
Cuando terminó la vuelta
volvimos al mismo lugar frente a la
Catedral y pregunté por la excursión a Tlaquepaque. Este era
un pueblo cercano que más tarde, al crecer la ciudad, quedó dentro de
Guadalajara. Contraté la excursión que incluía Tlaquepaque y la visita a una
destilería de tequila, y que salía a las 14 horas.
Mientras tanto, fui al
Teatro Degollado, y averigüé que su nombre se debe al Gral Degollado, que fue
gobernador de Jalisco, estado al cual pertenece Guadalajara. Es un teatro de ópera
muy suntuoso, y todavía estaba en el escenario la Sinfónica de
Guadalajara, que terminaba de ensayar.
Comí hot cakes con papaya
y fresa, era tan grande que no pude terminarlo.
En la Plaza de la Liberación hay un stand
de información turística. Pregunté por los horarios de los autobuses a
Guanajuato y me dijeron que allí cerca, en la estación de “tren ligero” (que es
el metro) había un local de Primera Plus, que es la compañía que va allí, así
que fui y lo compré.
A las 14 salimos en el
mismo tranvía hacia Tlaquepaque. Sólo éramos dos: un biólogo mexicano profesor
de la Universidad
de Quintana Roo y yo. El profesor había venido con su esposa a Guadalajara para
que ella haga un tratamiento médico, y él se fue a pasear.
Primero fuimos a la
destilería. Una chica nos explicó que el agave azul, con el cual se fabrica el
tequila, es una variedad de maguey, y que a los ocho años la planta está
madura. Con un machete le cortan las hojas y queda la piña de agave, que se
cocina durante doce horas. Nos dio a probar esa piña ya cocida, es como un
caramelo muy dulce.
A esas piñas se les
extrae el líquido y se fermenta dos veces para obtener el tequila.
Toda la planta se
aprovecha, con la fibra seca se hacen tejidos y las hojas se usan como
fertilizante.
Después nos ofrecieron
probar. El profesor probó todos los que le dieron y se compró varias botellas,
yo sólo probé el que según la chica era el más suave y me pareció fuertísimo.
De allí nos llevaron a
Tlaquepaque, muy cuidado y pintoresco.
Muchas esculturas en las calles, muchos
vendedores de artesanías y restaurantes.
Busqué esta iglesia, de
la cual había una foto en mi guía y era amarilla, pero ahora es rosada y
blanca.
De Tlaquepaque volvimos a
la plaza frente a la
Catedral.
En la Avenida Juarez había muchos
chicos jóvenes con remeras rojas y banderas, México está en campaña política
para elegir gobernadores y legisladores.
En un bar de la Avenida Juarez comí un “lonche”
de pierna (de cerdo) y salame. Supongo que “lonche” es una deformación del inglés
“lunch”. Es un sándwich de pan francés muy crocante y tibio. Le saqué el tomate
(que en México llaman jitomate) y el chile, igual era picante pero delicioso.
Le dediqué un solo día a
Guadalajara pero vi todo lo que tenía planeado, fue agotador.
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