sábado, 30 de junio de 2012

VIAJE A PANAMA Y COLOMBIA - CARTAGENA DE INDIAS


Lunes 3/10/2011. Me desperté a las 7 de la mañana. El desayuno acá lo sirven en un patio con plantas que hay en la planta baja. Sólo éramos tres personas desayunando. Tomé café de Colombia, y comí panqueques, facturas y frutas. Salí con la idea de tomar el bus turistico, y me encaminaba al muelle de la Bodeguita, que está aquí a dos cuadras cuando me paró una mulata que hablaba como Chavez (como todos en Panamá y en Colombia) que se llamaba Vilma y que trabaja para una agencia de turismo. Me quería vender un paseo a la Isla del Rosario, que está acá cerca, pero le dije que no vine a buscar playa sino historia y cultura. Debía tener comisión por llevar gente al bus turístico porque me dio toda la información y hasta me acompañó al Bancolombia a cambiar traveller checks. Lo que le compré fue un paseo en chiva –que es un colectivo muy pintoresco- de 2 a 6 de la tarde.

A las 9 de la mañana me subí al bus turístico y dí dos vueltas, de una y media hora cada una. El bus es rojo igual que el de BA, pero es imposible ir en la parte de arriba por el sol. En la mayor parte del trayecto fui la única pasajera.

El bus no entra en el centro amurallado, no cabe. Sale de aquí nomás del Muelle de la Bodeguita, pasa por Getsemaní, donde está mi hotel, por la Torre del Reloj, por el Castillo de San Felipe de Barajas y por Bocagrande, que es la zona moderna con hoteles y playas. En una de las paradas al lado de la muralla uno puede bajar y hacer un walking tour incluido en el boleto con un guía por el centro histórico. No lo hice hoy porque primero quería aprender un poco más de la ciudad y ubicarme. Esta es la Torre del Reloj, símbolo de la ciudad y a 200 metros del hotel



El audio que explica los lugares por donde pasa el bus indica la casa de García Marquez, que está dentro de la muralla, dice que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1982 y cita libros que escribió. Los dos libros de Garcia Marquez que transcurren en Cartagena, El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios no los nombra.

A las 12 me bajé del bus, volví al hotel, tomé un jugo de piña y descansé un rato en el aire acondicionado, porque a las 13,30 tenía que estar frente a la Torre del Reloj para subir a la chiva.

Cuando estaba esperando la chiva empezó a llover muy fuerte. Siempre llevo mi paraguas, porque también lo uso de sombrilla como hacen los lugareños cuando el sol está muy fuerte.

Subir y bajar de la chiva no es sencillo. Tiene dos escalones verticales y hay que dejar el bolso en el asiento para poder agarrarse con las dos manos. Es cuestión de práctica.



Fuimos a la zona de Bocagrande, que está lleno de hoteles y playas, para buscar gente. La chiva no tiene ventanas, es abierta. Con la lluvia entraba agua, y algunos se quejaban porque se mojaban!! En realidad el agua es una bendición con este clima.

Un guía iba explicando la historia de la ciudad. Bocagrande estaba inundada por la lluvia, y había mucho tráfico.



Volvimos a Getsemaní e hizo la primer parada frente a los barcos estacionados acá en el Muelle de la Bodeguita. Comí mango que venden en una bolsita cortado en pedazos, exquisito.


La siguiente parada fue en la Popa, que es un cerro donde hay un monasterio y es el punto más alto de la ciudad. La cuesta es pronunciada y a la chiva le cuesta subir y bajar. Así se ve Cartagena desde la Popa;


En la Popa comí una rodaja de piña que también viene en una bolsita, y cuyo sabor no tiene nada que ver con el ananá que uno puede comprar en BA. Estas bolsitas valen un dólar. Después fuimos al castillo de San Felipe de Barajas, que era un fuerte para proteger la ciudad del lado sur.


El guía explicó detalles técnicos de los cañones, y todas las trampas que tenían preparadas para el caso de una invasión. También está en un cerro, y hubo que subir caminando, porque la chiva se quedó abajo. Aquí tomé limonada de limones chiquititos, muy rica. Me doy atracones de frutas permanentemente.

En la chiva había muchos colombianos de Bogotá –me dijeron que allá hace frío, qué placer- un argentino y dos chicas paraguayas. Por último, fuimos a las Bóvedas, que es un edificio dentro de la muralla que servía para guardar armas, que estuvo mucho tiempo abandonado y que actualmente son tiendas de artesanías.


De allí la chiva salió por la siguiente puerta de la muralla y se iba para Bocagrande, así que me bajé y volví caminando. Por esa misma calle salí a la torre del reloj y al Muelle de los Pegasos;



Me fui a la terraza con la intención de comer algo allí –sólo había comido frutas desde el desayuno-, pero el hombre que atiende nos dijo a mí y a otra señora argentina que mejor fueramos a cenar a la planta baja porque en cualquier momento empezaba a llover.

En la planta baja hay un restaurante donde comí con esta señora, una docente jubilada que vive en Cipolletti, y nos quedamos conversando hasta tarde. Llovía mucho.


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