sábado, 28 de julio de 2012

VIAJE A ESPAÑA - DE LA CORUÑA A SANTIAGO DE COMPOSTELA

Sábado 28/7/2012. Salí del hotel a las 8,30. El bar de la esquina estaba cerrado, pero encontré otro una cuadra más cerca del puerto, donde tomé café con un churro. Después me fui caminando al Museo Arqueológico, que está en el Castillo de San Anton. Pasé por la marina, muchos veleros.



El Castillo de San Anton originalmente fue construido en una isla, pero ahora se llega caminando por el malecón del puerto. Llegué temprano, abre a las 10 y todavía faltaba un rato, había otras personas esperando. 



Allí se muestra el edificio, que es de piedra, los cañones preparados para defenderse de un ataque por mar, el faro, objetos encontrados en excavaciones y pertenecientes a la época romana, y la casa del gobernador del fuerte con sus muebles. 



En el malecón hay bancos curvos de piedra con la inscripción "Puerto de La Coruña". La gente pasea, corre y anda en bicicleta por allí.




Volví al hotel y pedí que me llamaran un taxi para ir a la estación de autobuses. Allí esperé el  que salía 13,15 para Santiago de Compostela. 
En el piso de la estación de La Coruña está el escudo de la ciudad:



Ya lo había visto bajo la estatua de María Pita, pero este era mucho más vistoso: está la Torre de Hércules, las vieiras a los costados, símbolo del Camino de Santiago, y la calavera, que recuerda al gigante Gerion, a quien Hércules mató para liberar a la ciudad.
Santiago está sólo a 65 km de La Coruña, llegué a las 2,05.
En la estación de Santiago busqué la parada de taxis. Era una mujer taxista que me subió la valija al baúl, pero cuando le dije que iba a la calle Santa Clara No 12 me dijo que no valía la pena tomar un taxi, porque era ahí "donde terminan esos árboles", y me señaló a unos 200 metros de la parada.
Me pareció raro porque yo había buscado en google maps y eran unas diez cuadras, pero no me pareció lógico discutirle a una taxista local. Sacó mi valija del baúl y me mandó caminando, y eran como diez cuadras! Menos mal que eran en bajada.
El Hotel Santa Clara está apenas afuera del centro histórico, y mi habitación es un modelo de diseño y de aprovechamiento del espacio. 




El hotel es un edificio antiguo reciclado con muy buen gusto. Atrás hay un patio con un estanque y peces. 
Dejé mis cosas y fui a caminar, desde acá se ven las torres de la catedral. Justo cuando llegaba a la Plaza del Obradoiro estaba el trencito turístico y me subí. Dió una vuelta de 45 minutos por la periferia del centro histórico, no fue muy interesante.
Cuando volvió a la Plaza del Obradoiro me encontré con la fachada principal de la catedral. 



Ya había visto fotos, pero verla en la realidad es impactante. En el otro lado de la plaza y bajo unos techos cónicos blancos se escuchaban golpes y me acerqué a mirar: era un concurso de grabado en piedra.





Subí las escaleras y quise entrar en la catedral, pero estaba cerrada. Pregunté y me dijeron que había que entrar por los laterales. El tamaño de la iglesia es monumental. La rodée y entré por un lateral, y entonces me di cuenta porqué no dejaban entrar por el frente: entre todos los turistas, los peregrinos, los curiosos, niños que lloraban y gente que iba y venía, se estaba celebrando una boda. 



Los novios se llamaban Carmen y Miguel, según dijo el cura. Era una ceremonia larga, y había un grupo que cantaba y tocaba dos instrumentos que no tengo idea como se llaman, y sobre todo una soprano que cantaba maravillosamente. 



Vi el botafumeiro, el enorme recipiente de incienso, y la cuerda de la cual está colgado.



También una enorme araña con todas sus luces encendidas:



Cuando salí y pasé otra vez por la Plaza del Obradoiro, había un grupo de gaiteros que tocaban música gallega. Como estaban todos mirando hacia la catedral, le pregunté a uno de ellos si eran parte de la boda y me dijo que si.



Caminé por las calles, mucha gente, iglesias por todos lados. Hay mucha tienda de artesanías y dulces que ofrecen probar a los que pasan.
Probé tarta de Santiago, bocados de almendra, y lo más rico, las piedras de Santiago, que son como bombones de almendra. Después me senté en un bar a tomar un café. Venden cosas dulces por todos lados, que tentación!



Pasé por la Plaza Cervantes, donde venden libros, y volví al hotel caminando, pero tuve que preguntar.



Aquí enfrente están el Convento y la Iglesia de Santa Clara, por eso la calle y el hotel se llaman así. 



La empleada de la recepción me preguntó si había visto la catedral y le conté del casamiento, me dijo que había tenido mucha suerte, porque era raro un casamiento en pleno mes de julio. O sea que fue un privilegio adicional, sobre todo escuchar a la soprano.
Me compré una gaseosa de limón y pistachos en un supermercado, ya no creo que salga hoy, mañana quiero volver temprano a la catedral para verla con menos gente y sin boda.

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