martes, 24 de julio de 2012

VIAJE A ESPAÑA - DE SANTANDER A OVIEDO


Martes 24/7/2012. La fiesta era interminable anoche, a las 3 de la mañana seguían la música y los gritos. Así se veía desde mi ventana:


Igual me levanté temprano, y a las 8,45 estaba desayunando. Hoy no era tan horrible el desayuno como ayer, porque la factura gomosa fue reemplazada por un minibizcochuelo que era muy suave y rico. El café, el jugo, la manteca derretida y la tostada eran tan feos como los de ayer.
La televisión estaba prendida en el desayunador y pasaban el incendio en Girona, 14000 hectáreas arrasadas y aún sin control después de 48 horas. En mi cuarto hay televisor pero yo ni me doy cuenta que está. Salí a dar una vuelta de despedida por Santander. Pasé por la Plaza Porticada, que tiene 64 portales, que se ven a medias porque allí está armado un gran escenario por los festejos, y por la Plaza de Cañadío, que me parece que es de donde viene el ruido. 


Encontré un supermercado bastante grande, y compré aceitunas rellenas con anchoa para Eric, atún al natural para Gareth y una latita de salchichas para mí, que me encantan, y en BA no existen.
Volví al hotel y a las 10,30 salí para la estación de autobuses, porque a las 11,15 me voy a Oviedo. Fui a la estación caminando, ya conozco el camino, son unas ocho cuadras.
Este no era servicio cinco estrellas, sino para el pueblo trabajador, nada de camarera, ni snacks, ni bebida ni regalo, nada de nada, sólo asientos cómodos y wifi.
Llegó a Oviedo a las 13,55 después de hacer breves paradas en Torrelavega y Llanes. Asturias es más montañoso que el País Vasco y Cantabria, y aquí se ven animales. 






En algún momento apareció el mar a la derecha, porque el bus viajó hacia el oeste (Llanes está sobre el mar) y después hacia el sur a Oviedo.
En la ruta había señales del Camino de Santiago.
Hace mucho calor en Oviedo. Tomé un taxi para ir hasta el hotel, son 10 cuadras de la estación de autobuses, lo tengo muy claro porque mi amiga Elsa, la verdadera Princesa de Asturias, me lo explicó.
Dejé mis cosas y salí a caminar. Saliendo del hotel a la izquierda está el centro histórico, que es bastante chiquito. Mucha gente en las mesas de las veredas comiendo, pero yo ya me acostumbré a comer de a bocaditos y no tengo ganas de sentarme a comer media hora. Hay mercados callejeros todas las mañanas, eran las tres de la tarde y ya estaban recogiendo la mercadería.
En un bar comí un pincho de tortilla con jamón ibérico y tomé cerveza con gaseosa de limón.



Vi el Ayuntamiento y la Plaza de la Constitución, la Catedral, palacios e iglesias. 










Entré al museo de la Catedral y al de Bellas Artes, encontré por casualidad la Plaza del Paraguas. 



Me perdí varias veces, y en un momento me di cuenta que había salido de la zona histórica y tuve que volver a entrar. Hay muchas estatuas en las calles y muy lindos edificios. 




Muchos negocios que venden productos de la región, chorizos y porotos de muchas clases, azafrán y dulces.
El Museo de Bellas Artes tiene tres plantas, es gratuito y hay obras de Picasso, Miró, Goya, El Greco y pintores asturianos. Está en el Palacio Velarde, del siglo XVIII, que fue la casa del regidor de la ciudad y después un colegio antes de ser museo. Esto me lo dijo la empleada de la recepción porque le pregunté especialmente por el edificio, que es hermoso, con un patio central con una claraboya con vitral que le da luz natural.



En un balcón, la bandera republicana. La conozco porque en una época, durante un año, leí todo lo que pude conseguir sobre la Guerra Civil Española. Los rojos decían que su bandera roja, amarilla y violeta era “sangre, pus y permanganato”.


Pasé por el Palacio del Gobierno de Asturias y por la curiosa "calleja de los huevos":




Me costó volver al hotel, no encontraba el camino y tuve que preguntar. No sé cómo llegué, pero yo venía del lado de la catedral y al llegar por la derecha la torre de la catedral estaba otra vez a la izquierda, no lo entiendo, debo haber estado dando vueltas en redondo. Todavía es pleno día pero estoy muy cansada.
A las 8 y media volví a salir y me senté en la vereda de un bar que está acá en la esquina y que se llama “La Corte de Pelayo”. Pelayo fue el rey que impidió que los musulmanes invadieran esta región, la única de España que nunca estuvo bajo dominio islámico.
Pedí media ración de quesos asturianos y sidra. Los quesos eran exquisitos, el único al que no me animé fue el Cabrales, que es como roquefort y me da impresión. 


La botella de sidra no me la tomé toda pero casi, no tiene gas, es suave y con baja graduación alcohólica. 



Aquí hay silencio y estoy en el sexto piso, así que después de este banquete voy a dormir bien por fin.
Bajé a la recepción a escribir el blog y lo pude hacer a medias, la conexión es muy lenta. Estuve una hora y no llegué a cargar todas las fotos que quería.

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