Miércoles 21-7-2010. Hoy en el desayuno había jugo de mora, mango, piña
y papaya cortados en cuadraditos y tostadas en lugar de pan. Fue mejor que el
de ayer.
Como era temprano, y Carlos me venía a buscar a las 9 para ir a las
ruinas de Ingapirca, salí a caminar. Ya temprano hay mucha gente en las calles.
Subí y bajé las tremendas escaleras que conectan la calle Larga con la que
bordea el río Tomebamba.
Todas las calles tienen
carteles con el sol, que los incas adoraban:
Esta es la iglesia de San Alfonso. Todas las iglesias por dentro
tienen adornos de oro.
A las 9 volví al hotel, llegó Carlos y fuimos a Ingapirca, que era una
ciudadela inca que está parcialmente restaurada. Algunos dicen que era un
centro administrativo y otros que tenía un fin religioso, porque la parte
central, llamada la Elipse
porque tiene esa forma, es el Templo del Sol. No se puede saber con exactitud
porque la escritura de los incas no pudo ser descifrada.
Ingapirca, como todos los museos aquí, está a cargo del Banco Central
del Ecuador.
Está más o menos a 100 km de Cuenca por camino de montaña (todos los
caminos son así acá, en plena cordillera de los Andes).
En el camino pasamos por una ciudad llamada Biblian. Lo curioso es que
tiene una iglesia construida en lo alto del cerro que es el santuario de la Virgen del Rocio y cuya
pared posterior es la ladera de la montaña.
Comimos allí en Ingapirca y a las 4 de la tarde me dejó en el hotel.
Descansé un rato y me fui al Museo del CIDAP, que está acá abajo en la calle
que bordea el río Tomebamba. Allí hay artesanías de toda América Latina,
incluso argentina.
Después me fui al Museo del Monasterio de las Conceptas, que está en
la misma manzana del convento de clausura. Hay arte religioso y objetos que
llevaban las monjas cuando ingresaban al convento, entre los 8 y 12 años!!!! Lo
que más me impresionó eran los juguetes que llevaban, claro, eran nenas
chiquitas! Además de llevar consigo sus objetos personales, tenían que pagar
dote para entrar al convento. Pregunté a la guía del museo cuantas monjas
vivían ahora en el convento y me dijo que son catorce.
El salón que es ahora auditorio era el cementerio de las monjas, allí
están a los lados los nichos. Tiene techos muy altos y aberturas arriba, según
la guía para que se vaya el olor a putrefacción porque guardaban los cadáveres
en esos nichos envueltos en telas. Lindo auditorio.
Este museo me dejó un poco impresionada. Tomé un café pero no tenía
hambre y no salí a cenar.
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