El avión salio a horario y en una hora y media aterrizó en Iguazú. Al aterrizar se veía a lo lejos la espuma de las cataratas al caer el agua. Nos estaban esperando y nos llevaron al hotel San Martín de Foz de Iguazú, para lo cual tuvimos que pasar las oficinas de migraciones de Argentina y Brasil.
Fuimos a caminar por los jardines del hotel y a ver la pileta, pero ya se estaba haciendo de noche.
La cena fue muy buena y abundante y tomamos guaraná. Nos fuimos a dormir temprano porque habia que levantarse a las 6 para ir a las cataratas del lado argentino.
El sábado a las 6,30 ya estábamos desayunando, habia tres distintos budines y diferentes tipos de panes. Comimos más de lo debido.
Salimos a las 7,45 para pasar otra vez las dos oficinas de migraciones. Las pasarelas son ahora muy cómodas y seguras, no como cuando fui en 1987.
Hay mucha cantidad de agua y mucho viento, como pueden ver por mi original peinado. Esto es la garganta del diablo.
Se ven muy pocos pájaros, y los lugareños dicen que es por culpa de los helicópteros que sobrevuelan las cataratas del lado de Brasil llevando turistas. Sólo se ven urracas con pecho amarillo, éstas parecía que estaban posando para la foto. Yo quería ver algún tucán pero no tuve suerte, así que me compré uno de madera.
Adentro del parque hay un trencito con vagones abiertos que transporta a los turistas desde la entrada a la garganta del diablo, al paseo superior y al paseo inferior.
El único animal que vimos además de las urracas fue el coatí. Había muchos, y muy hambrientos, robaban comida y se acercaban a los que estaban comiendo. No tienen miedo de la gente.
Este es el paseo superior, se ve desde la altura que cae el agua.
Con mi amiga Bruni con el paseo superior de fondo.
Por suerte salió en la foto el arco iris que se forma al dar el sol sobre el agua que cae. Era la mañana y todavía estaba fresco, aunque había sol.
Después de la garganta del diablo y del paseo superior, había un break en el patio de comidas. Muchos miraban el partido de Argentina, yo no. Este es el paseo inferior, acá se ven las cataratas desde abajo. En esta pasarela el rocío nos mojó bastante.
Este es el gomón al que se suben los audaces. Se acerca a la garganta del diablo y la gente vuelve empapada a seguir paseando. Decidimos que "soldado que huye sirve para otra guerra" y preferimos verlo desde arriba.
Después de caminar 7 km por las pasarelas fuimos a la triple frontera -Argentina, Brasil, Paraguay-.
Este es un árbol de papaya en la triple frontera.
Fueron muchas horas y volví muy cansada. Cenamos y nos fuimos a dormir temprano. El domingo 13, a las 8,30 cruzamos la frontera con Paraguay para ir a Ciudad del Este, que es un centro comercial. No compré nada, aunque me gustaban los cubrecamas, pero los diseños eran de gusto brasileño y no argentino, demasiado colorinche.
De vuelta en Foz de Iguazú, Brasil, que es una ciudad grande y moderna. En todas las esquinas hay bolas de cemento, supongo que para que los autos no se suban a las veredas. Son perfectamente redondas.
Al mediodía volvimos al hotel y nos sentamos cerca de la piscina a comer algo. Estaba fresco pero había mucho sol
A las tres de la tarde nos vinieron a buscar para ir a las cataratas del lado brasileño. La entrada al parque está a 300 metros del hotel y es majestuosa. Al entrar hay un centro de interpretación.
Un bus similar al turístico de Buenos Aires nos llevó hasta donde empiezan las pasarelas, donde está el Hotel das Cataratas, un cinco estrellas antiguo y muy bonito. Del lado de Brasil no hay que caminar tanto, pero hay escaleras que suben y bajan y se tiene una vista panorámica de las cataratas. Para mi gusto había mucha gente, aunque según los guías es temporada baja y no había casi nadie. Como será en temporada alta!!
Aquí está la garganta del diablo vista desde Brasil. Es impresionante la cantidad de agua y el ruido que hace al caer. También se ve el arco iris que forma el agua.
A la noche cenamos y nos fuimos a dormir. El hotel está en una ruta y no hay nada cerca para pasear.
El lunes nos levantamos y desayunamos, y a las 9 nos vinieron a buscar para llevarnos al aeropuerto. A los tres cuartos de hora de vuelo habló el comandante para decir que el avión tenía un problema eléctrico y que íbamos a aterrizar en Resistencia en 20 minutos. Estacionó en la mitad de la pista y al rato nos hicieron bajar. Esperamos cuatro horas que arreglaran el desperfecto. Así conocimos, sin querer, el aeropuerto de Resistencia, donde no llegó ni se fue ningún avión -salvo el nuestro- en las cuatro horas que estuvimos allí.
Este es nuestro avión estacionado en la pista mientras lo reparaban. Lo que está a la izquierda es una estatua del aeropuerto, no un pasajero desesperado.
A las 16,30 despegó y recién aterrizó en Aeroparque a las 18, tuvo que esperar turno dando vueltas sobre Buenos Aires. Recuperar el equipaje nos llevó 50 minutos más porque estaba todo muy desorganizado.
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