Lunes 31/1/2011. Otro
hermoso día frío y con sol, y el último del viaje. A las 11,35 de la noche sale
el avión. Fui a TAP, que está aquí cerca en la Plaza del Marqués de Pombal, y confirmé el vuelo. Como los lunes están cerrados
los museos decidimos ir al Jardín Zoológico, que está abierto todos los días. Hacía
más frío que ayer.
El zoológico está a cuatro
estaciones de metro. A las 11 vimos un show de lobos marinos y delfines. Eramos
unos 30 espectadores. La entrenadora hizo caminar al lobo marino por las gradas
y besarlos a uno por uno. Axel y yo huimos hacia arriba.
Cuando terminó el show
paseamos viendo los animales. Había cisnes negros:
Vimos jirafas chupando las
paredes de su casita y otras chupando las ramas secas de los árboles!
Más tarde vimos otro show
de pájaros volando de un entrenador a otro. Hacían vuelos rasantes por nuestras
cabezas.
Vimos el okapis, que es un
animal que yo nunca había visto, de lo más pintoresco, de la familia de las
jirafas, descubierto en Africa en el siglo XX:
Había gran cantidad de
flamencos de color naranja:
Tampoco recuerdo haber
visto antes este curioso animal que se llama bongo:
A las 2,15 tomamos el
trencito que nos llevó a pasear por el zoológico. Hay un telesférico pero no
funcionaba:
A las 3 salimos y fuimos a
comer algo caliente, hacía mucho frío, y volvimos al hotel en el metro.
Cuando a la ida habíamos
tomado el metro en la estación del Marqués de Pombal, en una tarima entre las
vías que iban a uno y a otro lado, había una estatua de espaldas. Pensé que era
el Marqués de Pombal, y nos bajamos en esa estación cuando volvimos para verlo
de frente. Pero de este lado también estaba de espaldas!! La misma figura
estaba a la salida de la estación, también de espaldas.
Volvimos al hotel y a las 8
nos fuimos para el aeropuerto. El avión salió puntual a las 23,35, pero el
viaje fue una tortura. Nos tocaron los asientos al lado del ala, así que había
lugar para tener las piernas estiradas. Pero el ruido del motor durante diez
horas que duró el viaje fue matador. Además ahí estaba el baño, y cada vez que
alguien entraba se prendía la luz. Me dormí 100 veces, y otras 100 me desperté,
por el ruido, por la luz o por la turbulencia. Cuando llegamos a San Pablo
esperamos siete horas el vuelo a Buenos Aires. Otras tres horas de avión y
llegamos. En compensación aquí hay un clima agradable.
Fue un viaje fascinante,
pero ya tenía ganas de volver a casa.
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