Sábado 29/1/2011. Hoy nos
levantamos temprano y a las 9 estábamos tomando el minibus que nos llevó a
Sintra. Eramos sólo 7 personas, más la guía y el chofer. Salimos de Lisboa y
pasamos por el acueducto y por una parte muy moderna, con muchos edificios.
Ibamos por el camino de la
costa y vimos la desembocadura del Tajo en el Océano Atlántico.
En la costa hay varias
fortalezas antiguas que ahora son hoteles o restaurantes.
Llegamos a Estoril. Durante
la segunda guerra mundial, en la cual Portugal fue neutral, los nobles europeos
venían acá. Actualmente viven aquí los lisboetas ricos. En Estoril hay un
famoso casino que se ve bastante feo, pero enfrente del casino, sobre la costa,
hay un castillo que pertenece a la
Orden de Malta muy bonito.
El siguiente pueblo es
Cascais, que se llama así porque se acumulaban las cáscaras de los mariscos en
la zona. Aquí el minibús paró un ratito y caminamos por las callecitas. Se
largó a llover, por suerte llevo mi paraguas madrileño.
Mejor no caminar por esta
vereda después de tomar alcohol:
Seguimos por la costa y
llegamos a la Boca
del Infierno, que es una gruta erosionada por el mar. Allí también paramos.
La siguiente parada fue en
el Cabo da Roca, punto continental más occidental de Europa. Allí hay un
monumento con los versos de Camoes, el poeta portugués, que dicen:
Aquí
… donde la tierra se acaba y el mar comienza…
Los romanos llamaban a este
punto Promontorium Mágnum, y allí había mucho viento. Tomamos un café en el
bar, hacía bastante frío, y cuando salimos del bar otra vez llovía.
Subimos otra vez al bus y pasamos
por Colares, que produce vino de mesa caro. En el siglo XIX cuando la plaga de
la filoxera atacó las vides de Europa, no pudo con las de Colares, por el suelo
arenoso, que la filoxera no toleraba. Finalmente llegamos a Sintra. Los
primitivos habitantes adoraban a una diosa de la luna a la que llamaban Sintia
(ó Cintia?), y de allí derivó el nombre actual. Los reyes venían acá a pasar el
verano, porque está cerca del mar y era zona de caza. Actualmente el valle de
Sintra produce frutas y legumbres.
Sintra es un pueblo
encantador.
Contratamos la excursión
sin comida, porque no tenemos hambre todavía a la hora del almuerzo y porque
seguro era pescado, que ninguno de nosotros come, así que tuvimos dos horas y
cuarto libres.
Fuimos al Palacio da Vila,
que tiene dos torres cónicas, una fuente muy bonita en la entrada, y muebles y
cielorrasos increíbles.
Cuando salimos de este
palacio llovía otra vez, y bien fuerte. Cruzamos la plaza y fuimos a tomar un
café. Cuando paró de llover salió el sol, y caminamos cien metros hasta el
Museo del Juguete, tres plantas llenas de juguetes de todas las épocas, cientos
y cientos de muñecas, antiguas y modernas, casitas de muñecas con muebles en
miniatura, cientos de autitos, aviones, soldaditos. Muy original.
Cuando salimos de allí
había pleno sol. Yo no tenía nada de hambre, pero igual probé una queijada, que
es una tortita de queso dulce, típica de Sintra. No me gustó mucho. Aquí
también hay ginjinha para tomar en vasitos de chocolate, como en Obidos.
Mientras se hacía la hora
de subir al minibús caminamos por las callecitas, y vimos un negocio de vinos.
En las vidrieras, frases de famosos sobre el vino, en portugués y en inglés:
Life is too short to drink bad wine.
Hubrecht Dujker.
Life is good but wine is better.
Fernando Pessoa.
Good wine is a kind and trusting friend
when taken with wisdom. William Shakespeare.
Subimos al minibús para ir
al Palacio da Pena, que significa peña o piedra. El palacio es majestuoso, no
da pena para nada. Lo hizo construir el príncipe alemán Fernando, que era el
príncipe consorte de la reina María, hija del Rey Pedro IV, en el siglo XIX. En
el lugar estaban las ruinas del monasterio de los Jerónimos, destruido por el
famoso terremoto de 1755. Tiene una mezcolanza de estilos, árabe, gótico,
renacentista y barroco, y el resultado es muy interesante. Para llegar al
Palacio fuimos con el minibús por un camino en subida, y al llegar al Palacio,
tomamos un tranvía que siguió subiendo, y desde la puerta, todavía caminamos en
subida.
María y Fernando tenían 17
años cuando se casaron, y tuvieron once hijos. La Reina María murió al dar a luz
a su onceavo hijo, a los 34 años. Fernando volvió a casarse con una cantante de
ópera pero no tuvo más hijos.
Aquí pasaban los reyes los
veranos, Fernando y María, y después sus hijos, y su nieto Carlos, que se casó
con una princesa francesa llamada Amelia, con quien tuvo dos hijos: Luis Felipe
y Manuel. Este Rey Carlos y su hijo Luis Felipe fueron asesinados por los
republicanos en 1908, y asumió el trono su otro hijo, Manuel, con 17 años,
hasta la proclamación de la república en 1910. Allí los sobrevivientes se
exiliaron en Londres.
Los claustros de los monjes
jerónimos fueron reconstruidos como cuartos para la familia real, y son
bastante reducidos. Hay muebles hermosos, pero lo más impresionante son las
pinturas de las paredes y los cielorrasos. A los claustros se agregaron otros
edificios, todo con una mezcla de estilos muy particular. Está la sala de
pintura del Rey Carlos, con murales inconclusos que él pintaba.
Adentro del palacio hacía
mucho frío. Cuando terminó la visita tomamos un chocolate en el bar y el
tranvía nos llevó otra vez hasta la entrada, donde subimos al minibús para
regresar a Lisboa, que está a 30 km. Ya no llovía. A las 5 de la tarde nos
dejaron en el hotel.
Descansamos un rato y a las
8 nos tomamos el metro al shopping Colombo para comer algo, porque desde el
desayuno que no comemos nada sustancioso. Axel se compró pollo en KFC, pero yo
había visto al lado cuando fuimos el día de la lluvia la Maison des Crepes, y que
había salados y dulces. Primero comí un Puccini, que era con carne y queso
gratinado, y después un Gioconda, que era con chantilly y chocolate caliente.
Fue un poco mucho. Después Axel quiso ir otra vez a la montaña rusa y a un
simulador de viaje espacial. Nos tomamos otra vez el metro y volvimos al hotel.
Mañana no tenemos horario para levantarnos.
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