Domingo 22/7/2012. Eran las 8,30 de la mañana y poca gente en la
calle. Caminando por el sendero que bordea la ría, pasando el Ayuntamiento, hay
un mercado de plantas y flores.
Tomé un café y, buscando el funicular de
Artxanda, encontré un ascensor.
Subí y era el Parque Etxebarria, bajé caminando
por un sendero que me dejó otra vez al costado del Ayuntamiento.
Volví a
caminar hacia el lado del Casco Viejo, ví algunas de las Siete Calles y pasé
otra vez por la Catedral
de Santiago y por el Teatro Arriaga.
El ascensorista me dijo que el Funicular de Artxanda estaba hacia el
lado de la sierra a la altura del puente de Calatrava. Quedó para otro viaje.
A las 11 volví al hotel, recogí mi equipaje y me fui caminando hasta
la parada del tranvía, porque ayer averigüé que me lleva hasta la estación de autobuses y que tengo que
bajar en la estación San Mamés.
El tranvía me dejó justo al lado del Termibus,
que es la estación de autobuses de Bilbao. Por supuesto con rampa suponiendo que uno transporta equipaje, en Europa tengo la sensación de que hay gente que se ocupa expresamente de que el espacio público sea amigable para los ciudadanos.
Compré el pasaje y a las 12,30 salió el bus. Era un servicio cinco
estrellas, fue por la Autovía
del Cantábrico, con el mar a la derecha, me dieron patatas fritas, frutas
secas, bebida, y hasta un regalo cuando me bajé. No entendía qué era, después
lo investigué y es un destornillador múltiple, con linterna y metro. Además el
bus tenía camarera, centro personal de entretenimiento con música, mapa que indicaba el
recorrido, películas, televisión, se pasó volando la hora y cuarto de viaje con
tanta distracción.
La estación de autobuses de Santander también es subterránea, como la
de Pamplona. Salí a la superficie y tomé un taxi, que dio muchas vueltas porque
no encontraba el número, y terminó cobrándome la mitad de lo que decía el
reloj. El bed and breakfast que reservé está en la calle Hernán Cortés, que en
esta zona es peatonal. Está en el tercer piso, pero hay ascensor.
Hay mucho sol, pero en la sombra una brisa fría.
Mi habitación es enorme, tiene tres camas, y da a la Plaza Pombo. A 100 metros está
el mar. Dejé mis cosas y me senté en un bar de la plaza a comer algo. Tomé vino clarete, que es un tinto suave, pero no llega a ser rosé. Caminé hacia el malecón. En la oficina de turismo
pregunté por el bus turístico y paraba all´mismo, en el Paseo de Pereda y
frente al espectacular edificio del Banco de Santander.
Hay mucha gente en la calle, y clima de fiesta. Casetas en las plazas
que venden pintxos y bebidas, y muchas familias con niños paseando, hoy es
domingo.
Tomé el bus turístico y di dos vueltas completas. En Santander está el
Palacio de la Magdalena ,
que era la residencia de verano de los reyes de España, y en ese barrio muchos
palacios, porque la corte se trasladaba aquí. Pasé por la famosa playa del
Sardinero, el Museo del Mar y el puerto.
Este es el Casino de color blanco nieve frente a la playa El Sardinero:
Es una ciudad vibrante y el Cantábrico
tiene un color azul increible.
Por el audio del bus me enteré de que esta
semana es la fiesta de la ciudad, y entendí porqué los hoteles en Santander
eran más caros que en las demás ciudades: caí justo en la fiesta anual, y es
acá abajo en Plaza Pombo.
Volví al hotel y descansé un rato. Desde mi ventana se ve la plaza y al fondo, el mar:
A las 9,30 volví a salir y comí dos
pintxos en una de las casetas: uno de croquetas de jamón y otro de jamón
ibérico y queso de cabra. Todo el mundo tomaba cerveza, yo también tomé.
Me dijo el encargado del B&B que la fiesta va a terminar a eso de
las dos de la mañana, ni pensar en dormir, tengo tiempo de escribir, bajar las
fotos y programar mis actividades para mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario