Miércoles 1/2/2012. ROMA.
Dos veces durante la noche me despertó el ruido de la lluvia. Salí a las 9 de
la mañana y seguía lloviendo. Fui a la
Plaza de la
República a tomar el metro al Vaticano, estación Ottaviano.
Caminé unos 500 metros hasta la
Basílica y pregunté donde se sacaba el billete para el Museo,
me dijeron que a un kilómetro, en la dirección de donde venía.
Me puso de mal humor porque
no vine al Vaticano convencida, sino porque me siento casi obligada estando en
Roma. La gente hacía cola bajo la lluvia para entrar en la basílica. Desandé el
camino, pregunté otra vez, y no era un km pero casi, porque se entra por atrás.
Pagué los 15 euros de la entrada, fui primero a la Capilla Sixtina , que es muy
bonita, pero me hubiera impresionado más si no hubiera visto antes los
cielorrasos de los palacios de Florencia.
El Vaticano es un negocio
fabuloso, una máquina de facturar. Adentro, decenas de stands que venden
merchandising, más cafeterías, restaurantes y pizzerías. Miles de visitantes, y
es un dia de semana en invierno.
Para llegar a la Capilla Sixtina hay que pasar
por una suntuosa galería con esculturas y cuadros, y cielorrasos pintados al
fresco.
Pasé rápidamente por la Pinacoteca , toda
pintura religiosa, mucha gente frente a La Anunciación de Rafael.
Afuera llovía torrencialmente. Ví la
Stanze de Rafaello, el Apartamento Borgia, y la Galería de Arte
Contemporáneo, donde hay cuadros de Matisse, Dalí, Chagall, Paul Klee y otros,
no todos de temática religiosa.
Obvié lo demás. Para salir,
tuve que pasar otra vez por la Capilla
Sixtina , ya era más del mediodía y era un gentío. Salí por
una escalera/rampa en espiral y caminé hasta la basílica.
No había muchas personas,
pero hay que pasar un escaner. Descomunal y muy suntuosa, lástima las sillas de
plástico gris, que desentonan con el resto.
Lloviznaba otra vez y
desistí de ir a la Villa Borghese ,
porque está en el medio de un parque y no está el clima para eso, ni yo para
seguir caminando.
En el camino hacia el subte
comí en un bar de la Vía
de la Porta Angélica
salchichas con papas al horno. Seguí hasta el metro y me bajé en Plaza de la República. Otra
vez llovía fuerte. Llegué al hotel en muy mal estado, con los pies mojados y
las piernas que no me sostenían. Me acosté un rato a descansar y me quedé
dormida.
Una vez recuperada, salí a
comer aquí enfrente the best italian pizza y me compré un chocolate. Ya no
llueve, pero hace muchísimo frío.
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