Jueves 29/3/2012. Me
desperté a las 5, me duché, y a las 5,45 estaba desayunando. Era muy temprano,
sólo había café y tostadas con manteca y mermelada. Dejé en el hotel mi valija
grande y llevé la chiquita y la mochila a Paracas, porque mañana a la noche
regreso a Lima y a este mismo hotel.
A las 6,10 salí a fumar un
cigarrillo y Vladimiro ya me estaba esperando! Yo soy puntual, pero hay peores.
Me dejó en la estación de buses.
El bus a Paracas salió a
las 7 y tardó cuatro horas en llegar. Antes de subir revisaban los bolsos.
Cuando estábamos todos en el bus, un hombre subió con una cámara de video y
filmó cara por cara (!!) Viajamos hacia el sur, así que a la derecha estaba el
mar. A la izquierda, el desierto.
Sólo había verde cerca de
los ríos, el resto es todo color ocre. Algunos pueblitos paupérrimos. Tomé otro
desayuno en el bus.
El bus paró en la estación
de buses de Paracas, en el medio del desierto, y había una chica esperándome.
Enfrente a la estación
había un monumento con forma de vela de barco y le pregunté qué era. Recuerda
el desembarco del General San Martín (el nuestro) en la Bahía de Paracas, o sea ahí
enfrente, en 1820. Ni sabía que había desembarcado allí, y debería saberlo.
Una van nos trajo a mi y a
unos australianos por calles totalmente destruidas (parece que por el terremoto
del 2007) al Hotel La Hacienda Paracas ,
que es espectacular. Tiene una piscina inmensa y salida directa a la playa.
Paseé por los jardines, llenos de buganvillas (son Santa Rita, pero acá les
dicen buganvillas, como en las novelas traducidas). Al lado está el
Hilton.
A las 12 y media nos
vinieron a buscar para ir al aeropuerto, que es bastante precario. Nos pesaron
uno por uno y no me dejaron llevar la mochila, sólo el pasaporte, la tarjeta de
embarque y la cámara de fotos.
Recién subimos a la
avioneta a las 2 y media de la tarde. Tenía 14 plazas y eran dos pilotos y
nosotros siete: los dos australianos, dos colombianas, dos portorriqueños y yo.
Una de las colombianas estaba aterrorizada, porque unos americanos en su hotel
habían cancelado el viaje por peligroso. Como a esta altura de mi vida ya le
tengo miedo a pocas cosas, me subí tranquila y no me arrepiento, fue una
experiencia extraordinaria.
Para que no queden dudas de
mi serenidad (la foto me la sacó Lina, la colombiana aterrorizada, que después,
durante el vuelo, se durmió!!):
Decoló muy suavemente y se
acercó hacia el mar para mostrarnos la bahía de Paracas. Después voló hacia el
sur hasta que llegó a la zona de las líneas. Las primeras cosas que mostró (el
que hablaba era el copiloto) no las llegué a ver, el suelo no es liso sino muy
irregular. Pero después empezó a mostrar las figuras, y es espectacular verlas
tan nítidas desde el aire. Por cada figura pasaba dos veces, una vez inclinaba
el avión hacia la derecha y otra vez hacia la izquierda, señalándola con las
alas para que todos vieran, o sea que hacia acrobacias todo el tiempo. Vi el
colibrí, el astronauta, las manos, el árbol, el papagayo y varias más.
Saqué muchas fotos, pero
malísimas, la primera es la única en que se ve claramente una figura, y es el
espiral:
Volvimos al aeropuerto a
las 4 y media de la tarde y me dieron un certificado por mi valentía.
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