Sábado 31/3/2012. No puse
el despertador, porque esta mañana no tengo actividades programadas, pero igual
me levanté tempranísimo y a las 7 estaba desayunando. Otro atracón de frutas
tropicales.
Pregunté en el hotel cómo
ir al Museo Arqueológico y me dijeron que queda en Pueblo Libre y que fuera en
taxi. Pregunté cuanto costaba y me dijeron que en taxi llamado por el hotel 70
soles. Decidí que era demasiado caro y dije que lo iba a pensar.
Me fui a cambiar dolares
por soles y después caminando por Larco hasta el Parque Kennedy. Le pregunté a
un policía cómo ir en bus al Museo Arqueológico y no sólo me indicó sino que me
acompañó unos metros hasta la parada. Era un colectivo chiquito, no más de 15
asientos, con un guarda que cobraba los boletos, y que en cada parada se bajaba
y a viva voz exhortaba a los transeúntes a subir. Era muy pintoresco. Me cobró
un sol con cincuenta.
Tomó por la Avenida Arequipa , cuyo nombre
me sonó muy familiar porque Vargas Llosa la nombra en sus libros, y descubrí
con alivio que en esa zona todavía quedan varias casas antiguas en pie. El
guarda me indicó donde tenía que bajar y que tenía que cruzar la avenida y me
señaló el museo en la vereda de enfrente.
Cuando llegué a la entrada
me di cuenta de que era el Museo Larco donde había llegado y no al
Arqueológico. Pregunté en la puerta por el Museo Arqueológico y el hombre me
señaló una línea azul pintada en la vereda y me dijo que la siguiera, que al
final de esa línea lo iba a encontrar. Caminé como ocho cuadras siguiendo la
línea azul que hacía zig zags, cruzaba calles, en algunos tramos estaba
despintada pero más allá seguía, hasta que se terminó, pero allí no estaba el
museo, tuve que preguntar y me indicaron, todavía faltaban dos cuadras. Finalmente
llegué, y lo encontré frente a una plaza. El sol estaba muy fuerte y tenía la
cara y los brazos ardiendo.
Me ofrecieron y acepté una
visita guiada. Una chiquita muy joven me explicó que hubo presencia humana en
Perú desde el año 14.000 a.C., y me fue llevando por las salas para ver objetos
de las culturas Kotosh, Chavin, Pukara, Wari e Inca. Lo más impresionante: el
Obelisco Tello de la cultura Chavin, donde está la figura de un caimán con
multitud de plantas y animales grabados en la piedra, y los cráneos operados de
los guerreros.
Cuando terminó la visita le
pregunté al guardia de la puerta como volver a Miraflores y me dijo que fuera
hasta la Avenida Brasil ,
a cuatro cuadras. En esa avenida me había bajado del colectivo. Tiene cuatro
carriles centrales por donde pasan los buses y dos carriles más a cada lado
para autos. Tomé un bus más grande esta vez, pero también tenía un guardia que
bajaba en cada parada para conseguir pasajeros, que me cobró un sol y me dejó
en el Parque Kennedy. Desde allí caminé hasta el hotel, pero en el camino me
compré un helado de lúcuma (otra fruta tropical exquisita y desconocida) y
mango, al cual le agregué trocitos de mango, de frutilla, de cereza y coco
rallado. Lo cobraban por peso, y se podía agregar lo que uno quisiera de una
inmensa variedad de fuentes. Un manjar a 11,50 soles.
A las 2 de la tarde empezaba
la visita guiada por Lima. El grupo recién había llegado de Buenos Aires y
salimos con media hora de retraso. La primera parada fue en el Parque del Amor,
inaugurado el día de San Valentín de 1993, un año después de la detención de
Abimael Guzmán y como mensaje de esperanza después de doce años de terrorismo
de Sendero Luminoso y 70.000 muertos. Hay una gran estatua de una pareja
besándose, muchas flores y muros de colores con mensajes románticos. Está al
lado del mar.
Francisco Pizarro fundó la
ciudad en 1535 y la llamó la
Ciudad de los Reyes, porque sus hombres habían descubierto el
lugar el 6 de enero. En 1821 se declaró la independencia. En 1879 hubo guerra
entre Chile y Perú, y Perú perdió la guerra y parte de su territorio. Todo esto
lo contó el guía que se llama Eder en el viaje.
La segunda parada fue en
San isidro, en un sitio arqueológico llamado Huallamarca, centro religioso y
administrativo de una cultura boliviana del año 300 DC. En un pequeño museo,
habia una momia impresionante, con pelo y uñas, y rasgos muy bien conservados.
Pasamos con el bus por la Plaza Bolognesi , que recuerda a
un héroe de la guerra con Chile, por la Plaza
Grau , por un edificio de departamentos de estilo francés, la
Plaza San Martín, y bajamos en la Plaza de Armas que es una
preciosidad. Sobre uno de los lados de la Plaza , la Catedral y el Palacio Arzobispal, enfrente la Alcaldía. Sobre
los otros lados de la Plaza ,
la Casa de
Gobierno y edificios pintados de amarillo con balcones de madera.
De allí caminamos hasta el
Convento de Santo Domingo. Vimos los claustros, la sala de espera con
cielorraso renacentista, la Sala Capitular
donde se fundó la
Universidad de San Marcos, la primera de América, y la
iglesia, con los cráneos de Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres, ambos
limeños.
De vuelta a Miraflores,
pasamos por la Embajada Argentina ,
que es un edificio muy bonito de color rosa, que el Perú nos regaló en el
centenario de su independencia en agradecimiento por haber sido un argentino
quien la declaró.
Volví al hotel a las 5 de
la tarde y llamé por teléfono a Rosario, amiga de mi amiga Graciela, quien
insistió en que la llamara, aunque yo tenía reparos, porque no quería que se
sintiera en la obligación de entretenerme. Me invitó a su casa, que está muy
cerca del hotel aquí en Miraflores, y conocí a su marido, que es peruano, que
fue su novio de juventud y con quien se reencontró después de muchos años
cuando ambos estaban divorciados. Tiene un departamento muy alegre con cuadros y
esculturas de su marido Ciro, que es artista plástico y profesor de la Universidad de Lima.
Fuimos al centro comercial Larcomar y después a pasear por Barranco. Me sentí
muy cómoda con ellos, ambos son muy agradables. Después me dejaron en el hotel
y me fui a dormir.
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