La valija la dejé en el hostal para venir a buscarla al mediodía. Había dejado la cámara de fotos cargando a la noche y antes de salir quise prenderla y había muerto. No puedo estar haciendo un viaje así y no sacar fotos. Mientras tomaba café y comía un bollico (en realidad una factura gigante rellena con crema pastelera y chocolate) pensé las alternativas posibles: 1) Pedirle a Santiago de Compostela que ya que estoy en su camino haga un milagro y la vuelva a la vida; 2) Conseguir que un humano la arregle; 3) Comprar una cámara nueva, y 4) Sacar fotos con mi blackberry y comprarme un cable para bajarlas, porque lo dejé en casa. Decidí que la No 4 era la más lógica.
El clima cambió totalmente, está fresco, por suerte, después de tanto calor. Estella ya es zona de sierra, camino ondulado y se ven las laderas sembradas.
Llegué a las 8,25. Era muy temprano, por suerte en la Plaza de la Coronación donde me dejó el autobús había un mapa grande donde estaban indicadas las cosas que yo quería ver, que eran el Palacio de los Reyes de Navarra, la Iglesia de San Pedro de la Rua y el Portal de Castilla.
Volví a la Plaza de la Coronación porque el autobús de vuelta a Pamplona salía a las 11.
A las 12 estaba otra vez en Pamplona, comí en el KFC de la estación, me compré el pasaje a San Sebastián, compré en El Corte Inglés el cable del blackberry y fui a buscar mi valija.
Mucha gente en la estación de San Sebastián. Yo sabía que mi hotel estaba a 20 cuadras, así que tomé un taxi, que por módicos 6,25 euros me dejó acá a 100 metros, porque toda esta zona antigua es peatonal.
Mi habitación es de juguete, muy chiquitita, con un baño idem y un balconcito a la calle. En la zona hay mucho movimiento, bares y negocios. Averigué dónde tomar el bus turístico y di dos vueltas completas. Realmente la ciudad es muy bonita y tiene edificios espectaculares, pero como soy fóbica a las multitudes me agobió un poco. Saqué muchas fotos, pero la mayoría malas.
Cuando terminó la segunda vuelta caminé un poco por la zona y me compré duraznos, porque extraño comer fruta, y me volví a mi habitación de juguete para huir de la multitud.
Esta es la calle de San Lorenzo, donde está mi hotel:
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Hay cinco bares en la cuadra, que no tiene más de 50 metros, todos pequeñitos, dos minimercados, dos pescaderías, un negocio que vende cestas y otro que vende ropa horrible. Todos los bares están llenos y se escucha mucho ruido.
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