Lunes 23/7/2012. La fiesta duró hasta tarde, pero a eso de las dos de
la mañana pude dormirme, y me desperté a las 8. A las 8,30 tomé el desayuno acá
en el B&B, que era horrible! Un café de gusto feo, un bollo insulso, una
tostada con manteca derretida, un jugo de bidón, y lo único bueno: un pelón.
A las 9 salí, fui hasta la catedral, que estaba cerrada, y paseé por
los jardines de Pereda. La máquina limpia las veredas y las plazas, hay mucho
para limpiar después de la fiesta de anoche.
A las 10 estaba en la rotonda del Hotel Bahía tomando el primer bus
turístico para ir a la
Península de la Magdalena.
Era la única pasajera.
En la Península
está el Palacio que fue residencia de verano de los reyes de España desde 1913
hasta 1930 (en 1931 se proclamó la
República ). El rey Alfonso XIII parece que deslizó que le
gustaría pasar los veranos en Santander, y los santanderinos cholulos le
regalaron un palacio en La
Magdalena , un lugar precioso al lado del mar. Se hizo por
suscripción pública, es decir todos los habitantes de la ciudad pusieron
pesetas para que los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia vinieran a veranear
a Santander. Lo más increíble es que actualmente es un parque público porque el
Ayuntamiento de Santander se lo compró a los herederos del rey, es decir que
los santanderinos lo pagaron dos veces!!!
Es un lugar de privilegio, rodeado de mar azulísimo, con muchos
árboles que al parecer trajo el rey –por lo menos lo forestó-.
Esta es una de las fotos que más me gustan de las que saqué en este viaje. Al fondo se ve una isla y el faro:
Hay playas, entre ellas una que se llama Bikini, porque en los años
´50 el Palacio funcionaba como aulas de la universidad y las estudiantes
extranjeras se bañaban allí en bikini, que las españolas, en plena época
franquista, no se animaban a usar.
El Palacio no se puede visitar. En la puerta del parque tomé un
trencito que dio una vuelta a la península y pasó por el palacio, que dicen que
tiene 365 ventanas, una por cada día del año.
Cuando terminó la vuelta volví a la entrada a esperar otra vez el bus
turístico –mi billete tiene 24 horas de vigencia- porque quiero ir a la oficina
de turismo a averiguar como ir a Santillana del Mar.
La oficina de turismo está en el malecón, justo enfrente del imponente
edificio del Banco de Santander. Allí me dijeron que para ir a Santillana tengo
que ir a la estación de autobuses, que ya conozco.
Caminé hacia allá, y en media hora salía el autobús. Mientras tanto,
comí una tortilla en el bar de la estación.
El viaje a Santillana del Mar duró un poco más de media hora. Allí me
bajé y había otra oficina de turismo, donde me dieron un mapa. Yo ya había
leído en mi guía sobre esta ciudad, cuyo nombre es una triple mentira porque no
es santa, ni llana, ni está al lado del mar. Tiene una iglesia y un claustro
del siglo XI y sólo se puede entrar con auto si uno vive allí o se hospeda en
un hotel con garage.
Santillana es una joya medieval, todos los edificios son de piedra y
es un Trujillo chiquito, una preciosidad.
La iglesia y el claustro estaban
cerrados hasta las 4 de la tarde, pero paseé por las calles y vi el
Ayuntamiento. Un hombre estaba comentando que había muchas moscas, miré hacia
arriba y efectivamente muchas volaban en círculo, y eran grandes. En eso el
hombre pegó un grito: SON ABEJAS!, se metió en un bar que había allí mismo, y
yo también. Cerraron la puerta del bar. Era impresionante la cantidad de abejas
que volaban, y decían que debían haber salido todas juntas de algún panal. Si
me pica una abeja me tengo que inyectar cortisona así que decidí quedarme allí
hasta que pasara el peligro. Mientras, comí un pintxo de queso de Cantabria y
tomé cerveza con gaseosa de limón, que ví que otros tomaban y me encantó.
Me gusta esta forma de alimentarse de a bocados.
En Santillana hay varios hoteles y muchas tiendas de souvenirs, es un
lugar muy turístico y había bastante gente.
Allí cerca está el Museo de Altamira, que tiene réplicas porque los
originales ya no se exhiben al público, pero hoy es lunes y está cerrado.
Esperé el bus de vuelta que llegó un cuarto de hora después de su
horario y volví a Santander. En la estación, compré el billete a Oviedo para
mañana y me fui caminando a la Casa Museo
donde vivió Menendez y Pelayo, que está en la Calle Rubio. Al lado está el
Museo de Bellas Artes, pero hoy lunes cerrado.
En la casa vivía con sus padres, y cuando estos murieron, con su hermano, que era médico, y su cuñada. Es una casa de dos plantas, abajo tiene una sala y arriba tres cuartos, uno de los cuales era el despacho de su hermano.
El empleado era muy simpático y estaba aburrido, yo era la única visitante, así que me empezó a contar de Menendez y Pelayo, que vivía allí y trabajaba enfrente, en la biblioteca, donde están los más de 40.000 libros que juntó en su vida. En la planta baja había un vitral, y le pregunté si la casa tenía un jardín trasero. Me dijo que como la casa era del Ayuntamiento, la parte de atrás la tenía la Fundación Gerardo Diego, y pretendió explicarme que era un poeta. Le dije que lo conocía muy bien, lo que no sabía era que Gerardo Diego era santanderino. Con razón el poema que tanto me gusta, y que se llama Insomnio, habla de naves, de islas y de acantilados, esta es una ciudad marítima, y evidentemente eso influye en sus habitantes:
Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta, segura
- cauce fiel de abandono, línea pura -,
tan cerca de mis brazos maniatados.
- cauce fiel de abandono, línea pura -,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.
Volví al B&B, pero antes justo acá debajo de mi ventana hay una
heladería de yogur, y tomé uno de mandarina con pedacitos de frutilla,
exquisito.
Sigue la fiesta en Santander, aunque hoy es lunes. A las 9,30 bajé para otro atracón de pintxos, comí un solomillo (bife de cerdo muy finito caliente con pate de foie?) y uno de jamón ibérico con dos croquetas de jamón arriba. Tomé rioja porque no tenían clarete. Valor del banquete: 5 euros, si esto existiera en BA sería mucho más caro. Por acá no hay supermercados, pero sí minimercados chinos, me compré una gaseosa y un durazno de postre.
Por todos lados hay casetas que venden comida y bebida y muchísima gente en la calle. Todos toman alcohol, pero tanto la cerveza como el vino tienen muy poca graduación.
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