Domingo 1/4/2012. Otro
atracón de frutas tropicales en el desayuno, incluso un orito (banana minúscula
que conocí en Ecuador), pancitos con semillas, queso de cabra, todo delicioso.
Rosario y Ciro insistieron
en pasarme a buscar por el hotel para llevarme al Museo Oro y después pasarme a
buscar por el museo cuando terminara para ir a almorzar. Dije que podía llegar
por mis propios medios pero no hubo caso. No quería complicarlos, porque ellos
van al supermercado los domingos por la mañana. No hubo forma de convencerlos,
así que Ciro dejó a Rosario en el super, me vino a buscar al hotel, me dejó en
el museo que está lejos de Miraflores, en el distrito de Surco, volvió a buscar
a Rosario, y después vinieron ambos a buscarme al museo.
Alquilé la audioguía y
admiré los objetos de oro de diversas culturas que los españoles no saquearon
sólo porque estaban enterradas. Hay muchísimos objetos hechos de oro, cobre y
turquesas peruanas, aunque también hay algo de cerámica e impresionantes momias
y fardos funerarios.
Muy interesante la
explicación de la audioguía de que para los indígenas el oro era un material
fácil de obtener y de trabajar, porque eran buenos orfebres, pero no tenía para
ellos el valor económico que tenía para los españoles.
Pasé rápidamente por el
museo de las armas, mucho menos interesante para mí.
Yo había visto en el museo
de las armas un hombre que se movilizaba en silla de ruedas con motor. Mientras
esperaba a Rosario y a Ciro en la puerta este hombre salió, y se acercó una
camioneta con puerta lateral. Bajaron una rampa, subieron al hombre con su
silla y lo acomodaron con silla y todo en el asiento del acompañante, que era
un lugar vacío. Plegaron la rampa y cerraron la puerta. Qué tecnología!
Llegaron Rosario y Ciro y
fuimos a almorzar a un restaurante cerca de su casa aquí en Miraflores con
Maite, la hija de Rosario. Llegué a la conclusión de que la cocina peruana es
excelente, siempre pensé que eran sabores muy picantes, pero sólo era un
prejuicio mío. En realidad, si no hubiera estado con ellos nunca hubiera
probado cosas tan diferentes, todo exquisito y muy elaborado.
De entrada compartimos
papas a la huancaína y causa limeña. La salsa huancaína tiene la consistencia
de la mayonesa y se hace con un ají amarillo. La causa limeña son como canapés
con base de papa de color amarillo y una mezcla de pollo arriba, todo muy suave
y exquisito.
Después comí ravioles de
asado con mostaza y parmesano. El relleno era de algo así como peceto y los
ravioles eran triangulares. Un manjar.
Tomé chicha morada, que es
agua hervida de choclo marrón mezclado con otras frutas. Acercaron una mesita
llena de postres, y era muy difícil elegir, pero me decidí por el suspiro
limeño, que es una mezcla de claras con oporto increíblemente rico.
Volvimos a la casa de
Rosario y tomamos café, y después me fui con ella al supermercado, ví el choclo
marrón oscuro casi negro, las chirimoyas, un paraíso para mí la cantidad de
frutas que hay aquí.
Compré canchita, que son
los granitos de choclo que comí en Paracas, salsa huancaína, turrón de Doña
Pepa y otros productos típicos y volví al hotel. Pensar en seguir comiendo hoy
sería inmoral, así que fui al bar y usé mi nuevo voucher para tomar un pisco
sour y se acabó por hoy todo tipo de ingesta, sólo agua.
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